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Día a día
Jueves 08 de abril de 2021
Regar y rogar
Como muchos lo han afirmado, regar es un ejercicio terapéutico para el ser humano, pues suele hacerse en silencio, observando el agua que cae sobre árboles y plantas al modo como las horas del día declinan al transcurrir la tarde. Regar sitúa al hombre frente a la naturaleza con la cual convive, una relación hoy menos cotidiana que lo deseable, dados los bosques de cemento y de pantallas que nos rodean con sus tentáculos casi inexpugnables. Por lo mismo, este quehacer de tomar una manguera y rociar la tierra nutre no solo a lo que hay en ella, sino también “nutre” quizás espiritualmente al hombre. En tal sentido, y más allá de la semejanza gráfica y fonética entre ambos verbos, el hombre, además de que riega el suelo natural que pisa, es aquel que a veces ruega, y no únicamente por agua en tiempos de sequía, sino que lo hace sobre todo por otras necesidades que permanecen en el secreto de su intimidad.
En toda súplica se alimenta una relación de paciente esperanza con lo divino que se parece a la que se da cuando alguien, por ejemplo, riega el jardín de su casa. Así como este último echa agua para que el pasto, las plantas y los árboles no se marchiten, el que ruega cultiva una actitud cuya latencia es atraer sobre sí gracias para su alma.
Rodericus