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Cartas
Jueves 18 de marzo de 2021
El juicio
Señor Director:
Si el juicio final, como lo enseña el mito, consiste en la separación de los buenos y de los malos, o viceversa, esta civilización industrial, con la desmesura de sus emprendimientos que han alterado el alma de los pueblos y la trama de la vida planetaria, ha provocado de hecho algo semejante a una cuenta terminal de la historia humana.
Ahora no necesitamos de un mito para explicar que esa cuenta consiste en la separación de los unos y de los otros, los que creen que la vida es un don y los que creen que la vida es un problema.
Los unos creen que la vida se realiza en una comunidad solidaria en que los hombres cooperan en paz, en tanto que los otros creen que el problema de la vida se soluciona solo con recursos financieros, tecnología de punta y capacitación.
Los unos creen en el buen vivir; los otros solo creen en el rendimiento.
Los unos reflexionan, mientras los otros calculan.
Los unos son mayoría sin poder; los otros son minoría con poder, y este es su momento histórico, el cual, a juzgar por lo que se ve, no puede prolongarse por más tiempo, pues sus ambiciosos proyectos amenazan con erradicar la vida de la tierra. Ellos están informados de todo y saben que los ecosistemas del planeta están colapsando progresivamente; por eso organizan cumbres sobre el cambio climático, pero cuyos acuerdos no se cumplen; después el vacío interior que padecen les impide sentir el dolor de la tierra devastada y la angustia de los pueblos masificados.
Los unos y los otros se ven cada día más distantes, porque a los unos los mueve un instinto amoroso, y a los otros los mueve un instinto tanático.
Pero el consuelo de los unos es que el amor es más fuerte, aunque sus frutos se toman su tiempo para madurar.
La humanidad ha enloquecido por la desolación que provoca el vivir en un mundo puramente económico y tecnológico, mientras el amor espera su hora en la fe y la paciencia, orando por los unos y los otros.
Gastón Soublette