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Editorial
Martes 05 de enero de 2021
Efectos de una crisis y de un boicot
Los antecedentes sugieren que fueron los sectores medios emergentes los más afectados en su acceso a la educación superior.
La nueva prueba de transición se está rindiendo hasta ahora sin mayores sobresaltos, a pesar de algunos llamados a boicotear su realización. Diversas razones hacían poco probable que esos llamados tuvieran eco. Desde luego, la crisis sanitaria ha desalentado las movilizaciones. El país está teniendo un número alto de contagios y tasas de positividad en los test PCR superiores a las deseables. A ello debe agregarse que la prueba está en transición, representando un abandono de los instrumentos anteriores que tanto se cuestionaban. Tampoco puede olvidarse que la movilización del año pasado en contra de la PSU, si bien tuvo graves impactos, generó mucho rechazo, particularmente entre los mismos jóvenes. En este contexto, el espacio para que se repitieran los hechos ocurridos hace un año parecía menor.
Desde el punto de vista político fueron, además, actos que no representaron ganancias para los defensores de esas movilizaciones y, en cambio, sí significaron costos para muchos estudiantes y también para las instituciones de educación superior menos selectivas, que experimentaron una caída en su matrícula de primer año. De esto último da cuenta una investigación desarrollada por el Centro de Estudios Públicos. El estudio aborda los efectos del estallido de octubre de 2019, pero las interrupciones que sufrió la rendición de la PSU no son independientes de aquel. Ahora bien, esa disminución no se puede separar del hecho de que hubo una caída relevante en la proporción de egresados de la educación media que decidió rendir la PSU su último año respecto del proceso inmediatamente anterior. En el caso de lenguaje, la tasa de rendición de estos jóvenes cayó desde un 90,4 por ciento a un 84,3 por ciento. En matemáticas la caída en dicha tasa fue aún más pronunciada: desde un 89,7 a un 80,8 por ciento.
No hay otros factores que puedan explicar este fenómeno. Si se hubiesen mantenido las tasas de rendición de la PSU del proceso de admisión 2019, el año pasado habría habido casi 20 mil jóvenes más que hubiesen dado la prueba. Eso da cuenta de la magnitud del efecto que tuvo la crisis de finales de 2019 en el acceso a la educación superior. Es difícil saber el impacto que sobre tales estudiantes tendrá ese hecho, pero seguramente habrá una pérdida social para el país significativa. Los jóvenes más afectados en términos relativos fueron los pertenecientes a sectores medios. Así, por ejemplo, la tasa de no rendición de los jóvenes del sexto decil de ingresos subió de 7 a 17,3 por ciento, y la de los del séptimo decil, de 5,6 a 15,1 por ciento. Por cierto, las tasas de no rendición siguieron siendo más altas en los estudiantes de menos ingresos, pero hay que reconocer que en el contexto educacional actual tienen una probabilidad más baja de ingresar a la educación superior. La combinación de estos antecedentes lleva a concluir que seguramente fueron los sectores medios emergentes los más afectados en su acceso a este nivel educacional.
La prueba de transición que se está rindiendo esta semana —en dos rondas, como consecuencia de los resguardos sanitarios que han debido tomarse— se ha construido sobre la base de nuevos criterios. Se trata de exámenes menos intensivos en contenidos y más en habilidades. Por supuesto, estas últimas no se miden en el vacío y por lo tanto no significan pruebas vacías de contenidos. Con todo, atendidas las distintas capacidades de los planteles escolares para cubrir el currículum nacional, el diseño elegido podría reducir las brechas por nivel socioeconómico. Las pruebas piloto realizadas fueron claras en ratificar esa situación. Sin embargo, no pueden eliminarse del todo brechas que tienen sus orígenes en desigualdades iniciales que el sistema escolar no ha sido capaz de neutralizar o, al menos, acotar. Por otra parte, no es evidente que en esta primera versión la prueba de transición pueda demostrar sus bondades. El año 2020 fue muy irregular y la preparación para el test, muy heterogénea y seguramente influida por la realidad socioeconómica de los hogares. Se seguirán cuestionando, por tanto, sus resultados. Se requiere, sin embargo, un debate serio y con altura de miras, a propósito de esta transición, sobre el sistema de admisiones deseable para los próximos años.