Nunca he visto a nadie con cara de independiente. En la vida entera. No me he cruzado con alguien así. Y he visto demasiadas y no tengo mala memoria. Gordas, flacas, achinadas, apernadas, triangulares, tipo inglés, también emprendedoras, desinfladas y tantas cariacontecidas, pero jamás una cara independiente, que entiendo está de moda.
Supongo que es un tipo de cara
prêt-à-porter y lista para llevar.
Por ejemplo, un abogado se define como tal y, para probarlo, me cuenta su trayectoria: apolítico en el régimen militar, de gobierno para la Concertación y Piñera I, y de oposición durante la Nueva Mayoría y Piñera 2. Me aseguró que su talante independiente se prueba en que su única preocupación es la unidad de Chile. Le comenté que era cosa de él. Me añadió que no tenía más militancia que el amor por Chile. Le dije que seguía siendo cosa de él. Me dio las gracias por apoyarlo y anda de independiente por la vida.
He visto caras de roto, de nalga y de congrio, pero jamás una de independiente, así que desconozco sus rasgos y no los imagino.
Caras de pavo, candado y corcho; también de picaporte, palo y pillo.
Veo caras de fierro y de callo, que son las que pertenecen a la realidad verdadera y no al mundo ficticio del cara de independiente.
Recuerdo que una profesora conocida, que también se considera independiente, pensó en inscribirse en el Partido por la Dignidad, porque cuando se fundó, el 20 de enero del año en curso, tenía más principios que militantes. No llegó a hacerlo, porque el partido se quebró el 30 de enero, pero como mantuvo su condición, ahora no sabe si firmar por Independientes, no Neutrales, Comunidad por la Dignidad, Democracia es Diálogo o Comunidad en Movimiento. Me pidió consejo y le propuse el juego de la ruleta rusa. Se fue sin despedirse.
He visto caras de laucha, chancho y perro. De pena, tristeza y dolor. También de cueca, que no es la desordenada, aunque en algo se parece a la cara de chicha.
No recuerdo una sola independiente, a menos que la descripción confunda, y se busque una cara ovalada con cejas ingenuas, pómulos inofensivos y boca semiabierta, como si eso fuera independiente, pero les digo que no, que eso corresponde a cara de tonto. O tonta, porque también las hay. No discriminemos.
Una psicóloga progresista y al mismo tiempo despistada me contó que probó su carácter independiente en las elecciones presidenciales, donde votó por uno o dos, para anular el voto, y lo hizo por Cristián Reitze, Arturo Frei, el cura Eugenio Pizarro, Manfred Max Neef, Sara Larraín, Franco Parisi, Alfredo Sfeir y Tomás Jocelyn-Holt, entre otros. Quise saber si entre los otros estaban Tomás Hirsch, Marcel Claude y Ricardo Israel. Me dijo que sí. Me preguntó si podía considerarse independiente. Le dije que por supuesto.
Es una cara de moda que le lleva corte y confección, así que emplea la regla curva y la huincha de medir, para limar la parte izquierda, hilvanar el centro y pulir la derecha; o lijar la derecha, cepillar el centro y alisar la izquierda. Y así aparece la novedad del año y el modelo independiente.
¿Con qué cara? Eso es lo que nunca he visto.