Definitivamente Rodrigo Ramos (1974), es uno de los mejores prosistas surgidos en nuestro país en la pasada década. Periodista, cuentista, novelista, guionista, el narrador oriundo de Antofagasta hoy se perfila como lo que justamente Jaime Collyer denomina “un escritor secreto”, alguien que “vive su oficio con convicción (...) y hace gala de una discreción proverbial (...) lejos de los escenarios, amparado en una inquebrantable vocación”. Así, Ramos parece rehuir las entrevistas o todo lo que huela a publicidad.
Palo blanco, su último volumen de relatos, confirma lo anterior. Compuesto de 16 piezas, por lo general breves, el libro se lee a la carrera, lo que no quiere decir que estemos ante anécdotas livianas pues Ramos posee un rango lexicográfico poco común, un vocabulario contundente y su trabajo con el idioma es esforzado. Por consiguiente, su escritura es fruto de un arduo estilo y eso se percibe: una mezcla de lo urbano, la existencia en los puebluchos y una inextricable combinación de aquello que nos hace sonreír con una sonrisa agridulce.
Un problema de
Palo blanco podría ser que los episodios del compendio se parecen, de modo que se podrían confundir entre sí. Sin embargo esa impresión se disipa enseguida: es la misma persona quien compone cada fábula, similares y asimismo distintas.
El clima general del compendio es deprimente, desolador. Vagos, prostitutas, alcohólicos, desechos humanos que aspiran al reconocimiento, incluso deformes —es el caso de “Gente pequeña”, que narra las peripecias de dos enanos en un destartalado Valparaíso—, que ambicionan la fama. Ramos favorece la provincia, en especial su nativa Antofagasta y sus sórdidos alrededores: esto pasa en “Población flotante” y “Aquellos... 11 de agosto”. Con todo, nos podemos llamar a engaño: el cortejo de cesantes, mendigos, inmigrantes y toda clase de sujetos patibularios que llegan a Chile esperanzados en una vida mejor, se encuentra con algo quizá peor que lo que dejaron, sin energía para sobrellevar la cotidianeidad, es el caso de “Aerolínea Low Cost” y “Botín”.
Palo blanco, en conjunto, posee humor, gracia y situaciones desternillantes, enriqueciendo la experiencia de encontrarnos ante un hombre de letras que ya posee un oficio seguro.
La intriga que da el nombre al tomo, junto a “Literatos” y “Acción poética” exponen un escenario que a Ramos le viene como anillo al dedo: los talleres literarios, los y las narradores que quieren darse a conocer, el sórdido, si bien hilarante escenario de gente varada en la provincia y que a toda costa, busca ser publicada, mencionada, famosa.
En “Literatos”, Nicomedes Navarro resulta traicionado por su amigo Toño Segura, quien se las da de crítico literario en una revista de pomposo encabezamiento: Rapsodas: “Navarro arma frases para que sepan que sabe, palabras rebuscadas, emociones plásticas que no encierran el preciso instante cuando un verbo desencadena la acción y el sentido”.
Y en “Palo blanco”, el protagonista en primera persona declara:
“Laura debía ser una escritora. Se ganaría el respeto del colegio. La imaginé siendo destacada en un acto. Su rostro lleno de alegría. La felicidad completa. En medio de un café se lo propuse. Me dijo que nunca había escrito algo. No se preocupe, le contesté. Usted va de palo blanco”. O sea, él escribiría el cuento, ella lo firmaría y se llamaría “Nana del desierto”. Por más que el ambiente reflejado en ambos textos parezca lúgubre, “Acción poética” los supera en el absurdo secuestro del novelista nortino Álvaro García Sotomayor, quien ha editado “La barca de Caronte” y a cuyos raptores “no les motiva el dinero, sino que la literatura deje de ser manipulada por intereses de mercado”, más otros lugares comunes referidos a la “empresa privada, al gobierno, a las instituciones culturales, a los ministerios, en fin, a toda clase de entidades que traficarían con el intelecto o el arte y son objeto de la ira de cuanto protestatario local se siente pasado a llevar por el poder”.
“Acción poética” finaliza con la frase de estos “lunáticos escritorcillos, hijos de la gran puta y financiados por los especialistas de Santiago: ‘Nosotros publicamos los tres cuentos en diversos sitios web. ¡Que cualquiera pueda acceder a ellos! Gratis'”.
La variedad temática de
Palo blanco es más amplia de lo que hemos sugerido y, a pesar de la parvedad del ejemplar, resulta del todo imposible referirse a la multitud de situaciones que presenta, que van desde el homicidio de un fisicoculturista y el subsiguiente proceso penal, la adicción a la pornografía y otros vicios, digamos, un tanto desaconsejables, la operación de rejuvenecimiento de la tía Julia en Miami y muchos otros intercambios inverosímiles, extraños, estrambóticos.
De esta forma, Rodrigo Ramos vuelve a demostrar un ingenio y unas dotes que realmente merecen una mucho mayor reflexión.