Avanza el proyecto de ley que sanciona penalmente el negacionismo. Dicho texto considera como tal toda justificación, aprobación o negación de las violaciones a los derechos humanos durante el Gobierno Militar. En la práctica significará impedir toda explicación de su advenimiento, su desarrollo a través de los años y la represión que sufrieron algunos de sus opositores en razón de su violencia o, a veces también, sin motivo fundado. Se trata de acallar toda posibilidad de estudiar serenamente dicho gobierno, sus sombras, a veces muy oscuras, y su búsqueda de una nueva institucionalidad y de políticas públicas para beneficio del país y de los chilenos todos, claramente orientadas hacia el futuro.
El negacionismo es uno de los planteamientos con que se destruye a las sociedades, porque mutila toda dignidad e integridad de las personas al impedirles pensar con libertad y comunicar sus conclusiones. Desde ahora explicar lo sucedido en aquel gobierno y situarlo en su contexto histórico será penado porque se lo considerará una justificación que relativizará o negará esas violaciones a los derechos humanos.
Se afirma que este proyecto está completando la transición. Luego de las cinco presidencias de izquierda que se han sucedido, esto suena tan ridículo como el afán del actual gobierno de volver a los consensos de aquellos años. La izquierda nunca ha querido salir de ese pasado de dictadura a pesar de las décadas transcurridas. Ese quedarse en el tiempo esconde la incapacidad que la caracteriza de proponer orientaciones hacia el futuro. Y al señalar que el proyecto profundiza el repudio y el rechazo a esos años, solo expresa la nueva forma en que se manifiesta el odio. Se trata de arremeter contra los enemigos que señala la ideología, para ocultar la destrucción con que la revolución ha aniquilado a todos los países que ha conquistado.
Detrás de la prohibición de estudiar razonadamente un período de tiempo, cualquiera que sea, queda trunca toda la historia de Chile, pues será imposible entender lo que pasó antes y por qué sucedió lo posterior. Seremos un país sin historia: una sociedad comprendida como pura materia y nada de espíritu. Es lo máximo a que puede aspirar un régimen totalitario: personas en el aquí y en el ahora que solo responderán a la voz ubicua e incontrastable del “hermano mayor” y su lenguaje políticamente correcto. Si los derechos humanos no conviven con la libertad, se atenta gravemente contra la humanidad de las personas.