Hace unos días recibí un gran regalo: el testimonio de un niño de doce años que durante la pandemia escribió un libro. El autor se llama Devraj Sen y tituló su obra “El miedo a que te vean diferente: El desafío de aprender a disfrutar el ser diferente”. Pero Devraj no solo lo escribió, sino que se conectó con un sitio “autoreseditores”, y con el apoyo de sus padres publicó el libro. Es un texto autobiográfico y como dice su autor en el libro: “Te contaré mi historia en el colegio, cómo superar el bullying y el camino que hay que recorrer para poder hablar y aceptar que estás viviendo una situación de bullying”.
Escribir es siempre una maravillosa manera de elaborar situaciones difíciles y dolorosas, y, por qué no, también las buenas experiencias, porque a medida que se escribe no solo se va produciendo un sanador efecto catártico, sino que al aparecer nuevas aristas del problema se va profundizando en el conocimiento de sí mismo.
Escribir tiene un efecto muy liberador, lleva a plantearse alternativas de causas y soluciones, y abre puertas de futuros posibles. El famoso libro de Oscar Wilde “De Profundis“, escrito desde la prisión de Reading donde estaba recluido, entre otras causas, por deudas, relata una carta a su amigo Lord Alfred Douglas, donde no solo le reprocha su actuar y la responsabilidad que tiene en que esté preso y lo ausente que ha estado durante su largo cautiverio, sino que él mismo toma conciencia y asume su autorresponsabilidad de la lamentable situación en que se encuentra.
Escribir y estimular a los niños y niñas a hacerlo es independiente de si tienen o no talento literario; es impulsarlos por el camino del autoconocimiento. Sean textos autobiográficos o no, siempre lo que se escribe contiene una proyección de sí mismo.
Sé que entre los lectores(as) hay muchos que escriben; algunos, cuentos; otros escriben poesías o novelas, y que la mayoría de ellos están en algún cajón. Me consta lo difícil que es publicar en Chile; por eso el propósito de esta columna es alentar a niños, niñas y adolescentes, así como a madres, padres, abuelas y abuelos, a escribir, y si no logran ser publicados, atreverse a autopublicar y a perder la vergüenza de compartir. Qué mejor regalo que recibir un libro escrito por alguien que te quiere mucho. Un libro será un legado. Y si además tiene valor literario, muchísimo mejor.