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Sábado 01 de agosto de 2020
Las cuatro décadas de Esteban Paredes, el zurdo de Cerro Navia que se convirtió en leyenda
El capitán de Colo Colo festeja 40 años hoy. Familiares, amigos y compañeros repasan una carrera fraguada en base a sueños, ambiciones, pero también marcada por golpes y esfuerzo. Análisis imperdible de la trayectoria del goleador histórico del fútbol chileno.
Primer decenio: Amor por una pelota y una camiseta
Mario Paredes no podía más de felicidad cuando a fines de los 70 se enteró de que sería padre. Y sobre todo porque sería un varón. “Mi primer hijo, más encima hombre, qué más podía pedir”, recuerda.
El 1 de agosto de 1980 llegó al mundo Esteban Efraín. “De chico fue inquieto: a los seis años ya andaba chuteando la pelota. A mí me gustaba el fútbol, jugaba en un club de barrio, el Tomás Edison. Era ‘2' o ‘7' y me gustaba Colo Colo, aunque sin fanatismo. Pero cuando él vio esa camiseta le encantó, entonces se la regalé. Me acompañaba a la cancha vestido así. Jugaba, jugaba y jugaba. No se cansaba nunca”, cuenta.
Le pegaba con la zurda. Día y noche; noche y día. Lo llevaron a “Barrabases”, equipo de Cerro Navia. “No paraba de jugar”, agrega Mario.
Por esos días, la vida familiar cambió para siempre: Marianella Quintanilla, su madre, buscó nuevos caminos y un nuevo refugio. Lo encontró en Copiapó.
Sin Esteban, eso sí.
“Pese a todo, nos mantuvimos unidos. Fue un golpe duro, sin duda, sobre todo para él, pero entre todos nos apoyamos para salir adelante. La idea era tirar para arriba”, reflexiona el hombre de 62 años.
La primera década del zurdito bueno para el fútbol terminaba con más penas que alegrías.
Segundo decenio: Del barrio a Primera
Marisol Velásquez, pareja de Mario, debió asumir el rol de madre: “Lo recuerdo igual que hoy: respetuoso, querible, amable”.
Al ‘7' se le movió el piso, pero no las ganas de seguir jugando. El tema se volvía cada vez más serio y como familia lo ayudaron a dar el salto y probarse en un equipo profesional.
Eligieron Audax Italiano. Con éxito. “Pero era muy lejos, en La Florida, entonces no duró mucho”, recuerda el papá. Después surgió la opción de Santiago Morning. Y también quedó: “Estaba bien distante de donde vivíamos, pero ya era más grande, entonces ahí había que seguir”, dice el progenitor.
Colegio por la mañana, entrenamiento por la tarde. Y siempre la misma compañía: Marisol. “Yo feliz iba con él, porque desde que lo conocí, el fútbol era su pasión. Tenía 15 años, más o menos, y recuerdo que le dijo a su papá que quería ser futbolista, aunque estudiaba Mecánica Automotriz. ‘Vea usted', le dijo Mario. Empezó a jugar más en Santiago Morning, cada vez más metido”, detalla Marisol.
Las cosas empezaban a mejorar: Esteban recibió una Chevrolet Luv y dijo adiós a los interminables trayectos en locomoción colectiva. “Su sueño era ser futbolista y jugar en Colo Colo. Nunca lo imaginamos, menos que iba a llegar a la selección. Todo fue por su esfuerzo”, dice Marisol. Profundiza Mario: “No éramos de harta plata; muchas veces llegaba a Primera el que tenía pitutos”.
Tercer Decenio: Goles, títulos y un Mundial
Marco Muñoz, tercero con la Roja Sub 17 en el Mundial de Japón 1993, conoció a Esteban Paredes cuando el zurdo iba a cumplir 20 años y sorprendía en las divisiones menores de Santiago Morning.
“Era juvenil y lo subían cuando hacíamos fútbol. Era talentoso, teníamos problemas para marcarlo y me incluyo, porque era defensa. Yo le decía: ‘Cabro chico, anda a jugar a la otra orilla, no rompas las pelotas…'. Joel Reyes también lo pateaba. Y Esteban, como siempre, nada de temeroso, seguía, se las comía calladito. Le favoreció eso, porque si reclamaba, más ganas daban de pegarle… Pero empecé a ser amigo de él y les dije a los demás que tuvieran cuidado, que no fueran así, que no le dieran tan duro”, rememora.
Y agrega: “En 2002, yo estaba en Puerto Montt y conversaba con el técnico Sergio Nichiporuk. Me dice: ‘Hay que traer jugadores buenos para la pelota, porque tendremos pasto sintético'. No dudé: ‘Tráigase a Paredes', le respondí. Y Esteban llegó al sur… Ya teníamos amistad, pero allá la terminamos de unir todavía más: vivimos juntos, almorzábamos juntos, era mi partner. La gente nos abría las puertas sin saber de dónde veníamos, muy distinto a Santiago”.
Se hicieron fanáticos de los mariscos: ceviche, paila marina y locos. “Ir a Puerto Montt fue clave en su confianza, porque Nichiporuk lo hacía jugar. Era ‘10' y tuvo una campaña regular: metió ocho o diez goles, y eso que se perdió cinco partidos por una lesión, una fractura en el peroné… Es que lo golpeaban harto, pero siempre fue potente, aguantaba muy bien la pelota, pero cuando agarraba velocidad era difícil pararlo”, detalla Muñoz.
Hasta hoy, Paredes y Muñoz son amigos entrañables. “Es el mismo tipo de siempre, aunque hoy tiene un roce distinto al que tenía, pero como persona no ha cambiado: el mismo buen compañero, chacotero, simpático, atrayente, porque atrae mucho, tiene un ángel que quisiéramos tener todos. Antes de cada torneo me decía ‘voy a meter 15 goles'. Y los hacía, porque todo lo que se propone lo termina cumpliendo”.
Poco antes de cumplir 30, Paredes jugó el Mundial de Sudáfrica.
Cuarto decenio: Anotador histórico
Universidad de Concepción, Pachuca y Cobreloa antecedieron el romance que marcó su vida: Colo Colo. Tres años que lo marcaron a fuego —sobre todo por el título de Clausura conquistado en 2009 ante Universidad Católica en una final inolvidable—, pero que se interrumpieron por los dólares del fútbol mexicano.
Emigró en 2012 y dos temporadas después estaba de vuelta.
Esteban Paredes no era mucho de creer en los dirigentes, pero en Aníbal Mosa lo hizo de inmediato. “Le dije que se viniera, que si había una diferencia económica, yo me hacía cargo. Le dije que no le iba a fallar, que confiara en mí”, cuenta el presidente de los albos.
Esa declaración de principios convenció al zurdo, que tomó la palabra y armó maletas para radicarse en Chile y ganar. Compartió con varios técnicos, pero ninguno lo marcó como Pablo Guede: “Es el mejor, el mejor”, asegura.
Apenas pisó el Monumental, el DT se ganó el cariño del zurdo. “Supe, de entrada, que el sentimiento del ‘Tanque' hacia Colo Colo era único, increíble; capaz de poner al club por encima de todo. No tuvimos problemas en formar una amistad, que se mantiene hasta hoy. A mí me gusta el trabajo intenso, fuerte, pero sabía que con él debía hacer concesiones, igual que con los otros grandes que había en el club… No debía llevarlo al mismo ritmo que todos. Y él no engaña: cuando no podía entrenar, porque de verdad no podía, le decía que no había problema, que hiciera bicicleta y no ejercicios que le generaran alguna lesión”, explica el DT trasandino.
Y remata con una frase potente: “Todo lo que pueda decir de él como futbolista es nada a su nivel de persona, porque ahí es más extraordinario todavía. Es mi debilidad”.
A los 39 años, el artillero se convirtió en el mayor goleador de la historia de los campeonatos nacionales.
216 goles, 40 años y la rueda sigue girando.