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Editorial
Sábado 01 de agosto de 2020
Covid-19, corto y largo plazo
Una contracción global sin precedentes emerge como resultado de la pandemia. Los esfuerzos para evitar que el shock transitorio tenga efectos permanentes siguen desarrollándose. Sin embargo, un creciente déficit técnico global en su diseño, sumado a políticas fiscales sin límite aparente, amenazan con extender el perjuicio de la enfermedad sobre la economía.
El avance de la pandemia y las estrictas medidas de confinamiento han provocado históricos declives de la actividad en todo el planeta. En el segundo trimestre, la economía estadounidense registró un inédito retroceso de 9,5% respecto del trimestre anterior (-32,9% a tasa trimestral anualizada), el cual excede ampliamente la baja sufrida durante el primer trimestre, y constituye la mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial. En línea con el dramático momento norteamericano, en abril-junio el PIB de la Unión Europea (UE) se contrajo 14,4% comparado con igual período del año anterior, el peor desempeño desde que existen registros para el bloque (1995). En dicho lapso, Alemania, principal bastión económico de la UE, vio caer su producción trimestral en 10,1% (-34,7% en términos anuales), también su peor dato histórico. El rescate de 750 mil millones de euros acordado en Bruselas la semana pasada abre una luz de esperanza. En el intertanto, los agudos desplomes de las economías de Estados Unidos y la UE hacen muy probable que la contracción económica global de 2020 termine superando la magnitud que por ahora proyecta el FMI (-4,9%).
Al abrumador declive económico se agrega un significativo deterioro laboral. Con un desempleo que bordea el 11%, el mercado laboral estadounidense está lejos de un repunte sostenido. Entre el 18 y el 25 de julio hubo 1,4 millones de solicitudes de subsidio por cesantía, cifra que, si bien es menor a la de 1,45 millones que habían pronosticado los analistas, representa un aumento de 12 mil peticiones frente a la semana previa, y de 1,2 millones respecto del año anterior. El stock de subsidios se eleva a la increíble cifra de 17 millones.
El detrimento en las otras regiones también es desolador. Según la OIT, solo en los últimos tres meses se han destruido 480 millones de puestos de trabajo en el mundo. África y América Latina y el Caribe han aportado con el 11,4% de la merma cada uno, mientras que Europa y Asia-Pacífico lo han hecho con el 9,37% y el 58,3%, respectivamente. El generalizado desastre y la incertidumbre auguran una compleja recuperación.
Mecanismos de ayuda a los desempleados bajo controversia
Los gobiernos han desplegado múltiples instrumentos para asistir a los afectados por la crisis. En lo laboral, el incremento de US$ 600 por semana realizado por EE.UU. a su seguro de cesantía, fuertemente impulsado por el ala izquierda del Partido Demócrata, es uno de los más ambiciosos del mundo. El debate generado por la expiración de este beneficio —su término estaba agendado en un comienzo para ayer— amerita una revisión.
La postura dominante en el Partido Republicano es que su elevada cuantía constituye un desincentivo al empleo y, en consecuencia, un obstáculo para la recuperación —el salario mediano semanal de un trabajador a tiempo completo, previo al arribo del virus, rondaba los US$ 900—. De ahí la propuesta de esta colectividad de transferir a las personas US$ 1.200 de forma directa, y reemplazar los US$ 600 por una ayuda equivalente al 70% de la remuneración que tenía el trabajador antes de la crisis. Los demócratas, por su parte, se han opuesto a cualquier recorte.
Ambas posiciones tienen una justificación técnica en función de las distintas realidades de los estados. Entregar subsidios por desempleo generosos para mantener a las familias en sus hogares y frenar los contagios, puede seguir siendo la estrategia óptima en Tennessee y Florida, donde los nuevos casos continúan aumentando. Por el contrario, en estados donde la emergencia empieza a ceder, como Connecticut y Nueva York, el foco debiera estar en cómo poner rápidamente en marcha la economía. En estas zonas, el enfoque republicano aparece apropiado. El Partido Demócrata, particularmente sus congresistas más jóvenes y radicales, debe internalizar estas complejidades.
Riesgos económicos y políticos
La experiencia estadounidense ilustra dos puntos clave respecto del potencial impacto de largo plazo del covid-19 sobre la economía. El primero es que, aunque exista consenso en la conveniencia de aplicar políticas individualizadas en las distintas zonas y regiones, muchas veces el análisis caso a caso resulta complejo, debiendo tomarse decisiones a nivel agregado flexibles y pragmáticas.
Por otro lado, vuelve a quedar en evidencia el peligroso vínculo entre el covid-19 y la tentación de optar por políticas públicas deficientes y rígidas. La perpetuación injustificada de asistencias cuantiosas y mal diseñadas no solamente puede dificultar la recuperación, sino que también pone en entredicho el compromiso de los países con la sostenibilidad fiscal, aspecto que no debe ser ignorado incluso por naciones desarrolladas como Estados Unidos (se proyecta que su déficit será superior al 100% del PIB). La mediocridad política, a través de su efecto en la formación de expectativas, amenaza extender el perjuicio económico de la enfermedad más allá de iniciadas las reaperturas.