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Editorial
Sábado 01 de agosto de 2020
La más difícil Cuenta Pública
Tal vez lo más destacado del discurso hayan sido su tono, ajeno a hipérboles, y su persistencia en llamar a la unidad.
Luego de un año particularmente duro, que alteró completamente los planes del Gobierno e introdujo al país en una senda signada por la incertidumbre, el Presidente Sebastián Piñera debió rendir ayer la que sin duda ha sido su Cuenta Pública más difícil. Lo hizo en una intervención sobria en anuncios. Más allá de una adecuada jerarquización de prioridades, que coloca la recuperación de la economía —y en especial del empleo— como la tarea central para lo que resta de su mandato, tal vez lo que más llamó la atención del discurso hayan sido su tono, ajeno a las hipérboles o expresiones superlativas que tanto se le han criticado a Piñera, y su persistencia en llamar al diálogo y la unidad.
Era inevitable que, en un ambiente de crispación, algunas afirmaciones suscitaran controversia en las filas opositoras. Una mirada más reposada debiera admitir que, sin embargo, aun en las materias más conflictivas el Jefe de Estado evitó extremar las diferencias. En ese sentido, resultaba ineludible que el mensaje abordara el escenario de desborde institucional en que se encuentra Chile, tema que, en un contexto muy distinto, había sido mencionado en la Cuenta del año pasado. Ahora, en momentos en que repetidamente el Congreso ha desafiado las facultades del Presidente de la República, este recordó que el estricto respeto de la Constitución y de las atribuciones de cada cual debe marcar la relación entre los poderes del Estado, pero eludió abundar en los muy concretos episodios que han llevado a hablar de la instalación de un parlamentarismo de facto.
Puede esta Cuenta Pública haber defraudado a quienes esperaban una reflexión más acabada sobre los acontecimientos ocurridos a partir del 18 de octubre pasado. Si bien el mandatario se refirió a aspectos como las demandas ciudadanas, los hechos de violencia y al acuerdo del 15 de noviembre, no hubo en sus palabras una interpretación profunda de esos hechos, sus alcances para la estabilidad democrática o el modo en que impactaron a su gobierno. Por cierto, no debe haber escapado ni al Presidente ni a los propios parlamentarios el que en ese mismo edificio, hace apenas unos meses, la Cámara de Diputados estuvo a pocos votos de aprobar una acusación constitucional que apuntaba a conseguir el término anticipado de su mandato, objetivo que algunos congresistas declararon explícitamente perseguir. Desde esa perspectiva, tal vez una referencia más explícita a aquello hubiera sido contradictoria con el ánimo de acuerdos que el Jefe de Estado buscó imprimir.
No es evidente que tal esfuerzo sea apreciado por los sectores más duros de la oposición, que inmediatamente salieron a cuestionar el mensaje. Han de haber advertido, sin embargo, las fuerzas más moderadas de la centroizquierda el gesto realizado por el Presidente a sus antecesores, al reconocer los avances alcanzados por esos gobiernos como un patrimonio común de los chilenos. Cuando distintos analistas hacen notar un vaciamiento del centro político, cerrarse en una oposición dura y sumarse sin más a discursos radicalizados, dejando que sea paradójicamente un Presidente de centroderecha quien reivindique la obra concertacionista puede constituir un grave error estratégico.