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Editorial
Miércoles 03 de junio de 2020
Estrategia sanitaria
Es importante fortalecer los esfuerzos en materia de trazabilidad, pero existen dificultades objetivas para ello.
El importante aumento en la cantidad de contagios y fallecidos en la Región Metropolitana producto del covid-19 ha vuelto a traer al debate la estrategia sanitaria implementada por Chile. En rigor, prácticamente todos los países han seguido un camino similar, que considera la adopción de un conjunto de medidas para impedir que sus sistemas hospitalarios se vean sobrepasados por la fracción de contagiados que terminan requiriéndolos, y evitar así muertes que sean producto de una insuficiente atención. Han diferido, más bien, en las herramientas para intentar lograrlo.
En ese sentido, Chile comenzó sus preparativos tempranamente: reforzó el sistema hospitalario, aumentando el número de camas para cuidados intensivos; centralizó en el Ministerio de Salud la operación del sistema completo, público y privado, y robusteció los sistemas logísticos asociados al traslado de enfermos, para distribuirlos de acuerdo con las saturaciones locales que pudiesen ocurrir en algunos lugares en que el foco se diera con más fuerza. Asimismo, adquirió equipos de ventilación mecánica y aumentó los insumos de modo de multiplicar el testeo, incorporando además a un gran número de laboratorios.
Desde el punto de vista del control de contagios, junto con sugerir a la población las medidas higiénicas y de cuidado individual mundialmente aceptadas, y de prohibir actividades grupales de diversa índole, se utilizaron las cuarentenas dinámicas, esto es, el cierre de comunas específicas cuando la tasa de contagios se despegara abruptamente de la curva. De esa manera, se consiguió controlar focos peligrosos en lugares como Punta Arenas, Chillán y Temuco.
Sin embargo, en el caso de la Región Metropolitana, la tasa de contagios subió aceleradamente en mayo y las cuarentenas que afectan a todo el Gran Santiago no parecen haber conseguido aún acotarla, si bien la menor cifra informada ayer resulta una buena noticia. En cualquier caso, la cantidad de personas fallecidas respecto del número de casos confirmados —en las diversas variantes técnicas para calcular dicha proporción— ha sido relativamente baja en términos comparativos, lo que indica que el sistema hospitalario ha podido atender adecuadamente a los pacientes, aun bajo las condiciones de altísimo estrés a que se encuentra sometido. Ello es indicativo de la alta calidad y dedicación de los equipos humanos que otorgan atención intensiva, del esfuerzo por reforzar el equipamiento físico y de una conducción que ha logrado maximizar las capacidades del sistema.
Con todo, el país vive momentos complejos, en que, además, la dificultad para que la cuarentena y el toque de queda sean debidamente respetados constituye un obstáculo importante. En este escenario, diversos especialistas han planteado incrementar los esfuerzos para trazar los contagios, saliendo a testear a la población en zonas afectadas y aumentando la disponibilidad de residencias sanitarias para aislarlos. Concretamente, se ha propuesto aprovechar los recursos del sistema de salud primaria con ese objetivo.
Se trata de un planteamiento razonable, pero, más que un cambio de estrategia —iniciativas como la habilitación de residencias sanitarias han sido preocupación de la autoridad desde el inicio de la crisis, al tiempo que acaba de anunciarse un aumento del personal destinado a trazar los casos—, demanda fortalecer sustantivamente acciones ya en desarrollo. Ello no es sencillo. La capacidad para realizar más test está limitada por los equipos existentes, y el efectuarlos de manera móvil precisa de personal altamente entrenado para evitar que el movimiento traslade también al virus a lo largo de su recorrido. La idea de aprovechar el sistema primario debiera explorarse, pero sus capacidades para este cometido pueden resultar muy diversas en las distintas comunas.
En definitiva, la estrategia sanitaria del país ha estado en líneas generales bien orientada, sin perjuicio de que la evolución de la realidad va demandando nuevos énfasis y ajustes. La implementación de estos, sin embargo, enfrenta la limitación de recursos humanos especializados, problema ya sufrido por países más desarrollados, cuya gestión representa un desafío crítico en estas horas.