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Domingo 31 de mayo de 2020
Una charla con Joaquín Edwards Bello
31 de mayo de 1920
“No saben lo mucho que deseaba volver a Chile. Tenía ansias de regresar a esta tierra que queremos más, cuando la vemos desde lejos”, comentaba el escritor a “El Mercurio”, a fines de mayo de 1920.
En efecto, Joaquín Edwards Bello había estado ocho años en Europa, llevando una intensa vida literaria, “alternando con los más prestigiosos escritores franceses y españoles, entre los que supo ganarse inmensas simpatías”.
En ese entonces, el cronista tenía 33 años y ya antes de abandonar el país, había conquistado un lugar en nuestras letras con sus novelas y libros de viaje, que tuvieron un gran éxito. Durante la conversación con este diario, reveló una primicia: el nombre de su última obra, la cual definía como sincera, valiente y desarrollada con tipos interesantes.
“Dentro de algunos días entregaré a la imprenta los originales de El Roto, que he preparado en el extranjero. Se trata de la novela del bajo pueblo de Chile. El roto es el minero, el huaso, el soldado, el bandido. Lo más simpático que tiene mi tierra. Es el producto del indio y el español fundidos en la epopeya de Arauco; es el pueblo americano, fuerte y fatalista, muy semejante en toda la América española”.
Con entusiasmo agregaba que, “en los fuertes cuadros populares, en los más escabrosos pasajes del libro, he querido poner esa esencia, esa cosa fresca y exquisita que conserva la esperanza y da vigor al espíritu: la compasión humana. Pretendo que mi realismo destile puras lágrimas”.
Además de sus afanes literarios, Edwards relataba que estuvo un mes en las trincheras, peleando por Francia en la última etapa de la Gran Guerra. “En 1918 estaba en París y reclutaron a todas las personas con apellido francés o inglés. Inútiles fueron mis gestiones para comprobar mi verdadera nacionalidad. Mi pasaporte chileno no valió de nada (…). Fui llevado a la línea de la batalla y pude experimentar todas las peripecias de los bombardeos interminables”.
Después de su experiencia en el frente, partió a España, donde no era el único chileno que destacaba en el escenario madrileño. “Vicente Huidobro, por ejemplo, ha llamado vívidamente la atención. A él puede aplicársele el dicho nadie es profeta en su tierra. Está siendo muy escuchado, reuniendo alrededor de su bandera ultraísta todos los entusiasmos juveniles. Se han fundado revistas especiales imitando su estética”.
Añadía que, últimamente, Huidobro escribía el ballet Football, que se iba a representar en París en el teatro Chatelet, con decoraciones de Picasso. La misma popularidad tenía el aviador Luis Omar Page, quien tuvo una jocosa entrevista con el rey Alfonso XIII.
“Nadie puede creer en Chile esta fama de nuestros compatriotas. Pero Europa tiene los nervios cansados y pide personajes y cosas raras, sensaciones nuevas (…). Los americanos debemos ir a España, allí se nos recibe con los brazos abiertos”, concluía el autor.