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Día a día
Sábado 23 de mayo de 2020
“La Náusea”
Releo la novela de Sartre y vuelve a angustiarme su atmósfera de vacío y nada. La releo no sé por qué en estos tiempos aciagos y pienso en las distancias que separan a Sartre de otros escritores contemporáneos. Pues logro percibir una gran diferencia cualitativa entre la náusea intelectual de aquel y la náusea física de algunos otros.
Roquentin jamás se queja de fiebres, visiones extrañas, dolores musculares o sensaciones poco pudorosas de expresar aquí. Jamás le vemos un vómito, una erección a destiempo o un absceso purulento. No hay violencia, sangre, dramas familiares increíbles ni mucho menos estupefacientes o escarabajos transformados en máquinas de escribir… Roquentin es sobrio, frugal, parco, burgués, trabaja casi todos los días, come, duerme sin insomnio, hace el amor de vez en cuando (de lo cual, por cierto, no nos describe nada innecesario, dejando que la imaginación vuele como pueda y deba) y hasta se da el lujo de fumar solo en lugares permitidos (y de esto ya casi 60 años).
Lo suyo va por otro lado y es el del arte (o la estética). No necesita recurrir a la curiosidad malsana y al asombro fatigoso de sus colegas, porque lo suyo sí que es en serio. Sí que se cree en verdad lo que está escribiendo. Y aunque uno casi debe estar en desacuerdo con su visión del hombre y del mundo, no puede menos que respetarla ante tanta respetuosa honestidad hacia el lector.
Hay náuseas y náuseas, digamos, incluso por estos días…
B. B. Cooper