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Editorial
Viernes 22 de mayo de 2020
Iniciativas contra las noticias falsas
Una de las lecciones que comienza a dejar la pandemia es la necesidad de contar con información veraz y oportuna.
Si con ocasión de emblemáticos procesos electorales ya habían surgido fuertes denuncias sobre el distorsionador efecto del flujo de noticias falsas orientadas a inclinar las preferencias hacia ciertas posturas, la presente emergencia sanitaria ha encendido nuevas alarmas. Así, en un escenario global inédito, una progresiva conciencia respecto del daño provocado por la información sin sustento que circula por las redes sociales vuelca a crecientes sectores del público hacia los medios periodísticos profesionales, en búsqueda de certezas.
Denuncias, requerimientos y exigencias de responsabilidad para los ejecutivos de las principales plataformas de comunicación digital han venido planteándose desde hace años en diversos países, en un intento por contener la circulación de noticias falsas. Hasta ahora, no había habido respuestas concretas de parte de las empresas, pero la expansión del covid-19 parece haber finalmente obligado a la búsqueda de medidas, por las potenciales graves consecuencias para la salud de las personas. La confianza y la credibilidad en la operación de dichas empresas está, como nunca, en juego. Si ya habían sido golpeadas por el manejo desprolijo de los datos afectando la privacidad de los usuarios, contribuir a crear confusión y permitir el flujo de informaciones engañosas que puedan afectar la vida de las personas implica un alto riesgo en su reputación. De allí que parezca oportuna —aunque para algunos, tardía y de cuestionable eficacia— la iniciativa de Facebook de crear una comisión autónoma supervisora de contenidos, conformada por personas de gran trayectoria internacional, cuya labor será velar por la autenticidad de la información, eliminando las noticias falsas de Facebook e Instagram que puedan ser dañinas para la salud pública. Por su parte, Twitter anunció que pondrá etiquetas de advertencia en aquellos tuits que contengan información falsa y YouTube anunció medidas similares.
La iniciativa, que responde al contexto de la pandemia, puede dar pie a mecanismos de control que permitan identificar aquellas informaciones creadas con el objetivo de engañar o replicadas sin ningún tipo de chequeo. La tarea es de gran complejidad, porque fácilmente puede derivar en censura, provocando un daño mayor y privando a las plataformas de ser herramientas abiertas de comunicación, con los beneficios que ello implica para la ciudadanía, especialmente en sus relaciones interpersonales, y afectando gravemente la libertad de expresión.
Una de las lecciones que comienza a dejar la pandemia es la necesidad de contar con información veraz y oportuna. Solo un uso responsable de las ventajas comunicacionales de las nuevas tecnologías permitirá hacer de ellas un instrumento más confiable. En ese sentido, llama la atención que incluso usuarios ilustrados difundan informaciones de dudosa veracidad sin reparar en sus consecuencias. Si bien la complejidad que implica detectar las noticias falsas podría explicar su difusión sin chequeos previos, muchas veces la búsqueda de protagonismo y el afán por dar un “golpe noticioso” induce a colaborar en la circulación de información mendaz.
Las medidas adoptadas por las plataformas pueden implicar un primer paso en la detección de noticias falsas, pero sin una actitud responsable por parte de los usuarios será complejo erradicar estas prácticas. Para el periodismo, el actual escenario ofrece la oportunidad de reforzar su rol social, afianzando la confianza y la credibilidad en su labor informativa. También es un llamado de atención en cuanto a evitar que sean los contenidos de las redes sociales los que determinen sus pautas, y a que el trabajo de sus profesionales no replique tampoco las lógicas —signadas por la emocionalidad y el sesgo autorreferente— que suelen predominar en dichas redes.