Todos ven cosas: ovnis, fuegos fatuos, estrellas fugaces, aerolitos, satélites (los huastecos en Graneros les decían “zumbélices” porque iban como zumba…). Y aparecidos, fantasmas, ectoplasmas. Hasta hobbits. Pero servidor, nada de nada. Aunque lo único que nos interesaría ver sería un hobbit. Como se sabe, terminando la edad media de la tierra, los hobbits desaparecieron casi por completo y los que perduran, viven escondidos, silenciosos: “no se hallan” en este mundo terrible donde la gente toma sólo un desayuno y, peor, compuesto apenas por una taza de té aguachento y una miserable tostada.
Si cada raza se distingue por sus comidas favoritas, los hobbits tienen preferencias que, a nosotros, enraizados en el sur de Europa, nos parecen encantadoramente celtas: quesos, cervezas, pan negro, mantequilla, ron, huevos, tocino. Nada de vino, ni de aceite de oliva, ay. Y los elfos comen menuses atrozmente espirituales: casi sólo lembas, unas galletitas ruines, delgadas, insustanciales, con el agravante de que con unas pocas se le quita a uno el hambre por horas. Que el cielo nos guarde…
La dieta hobbit encantará a los ingleses. ¿Cuál será, en cambio, la dieta de subsistencia de un francés? Vino, queso, crema,
steak et frites,
ragoûts, en la
langue d'oil; en la
langue d'oc, vino, ajo, pan, hierbas aromáticas, trufas, ganso, castañas.
Esto se llama, Madame, “cocina comparada” (M. Blondel, en Colchester, enseñaba un ramo intitulado “gobierno comparado”, una de las cosas más latosas, tontas e inútiles del universo mundo): un chileno añorará vino tinto, empanadas, pastel de choclo, cazuela, marraqueta y porotos con riendas (ahora último se han puesto de moda, válganos, los calzones rotos…); un peruano, chichas (de jora, morada, de lo que venga), ajíes de gallina, causas, cebiches, secos, tacu-tacus y espesados. Un mexicano, tortillas rellenas con hocicos o tripas y todo lo que vuele o repte por delante en el momento (cierto amigo nuestro poblano contaba que, en los picnics, las gentes llevan sólo tortillas, chiles y guacamole, y completan el relleno del taco con lo que atrapan en el lugar: saltamontes, gusanos de diverso tipo, chapulines, jumiles, variedad de otros insectos). Un paraguayo, morcilla, diversas chipás, cerveza, tereré, yuca frita, dulce de mamón. Un yanqui, café con leche simplecito, salchichas vienesas, kétchup, pie de manzana, croquetas de vaca. Un argentino, carne asada.
Cuando se encierra la gente, se hobbitiza y cocina sin parar. Gran cosa. Desayunos pletóricos, ramoneos continuos durante el día (ridículamente llamados snacks), grandes comidas, atardeceres largos de queso y cerveza junto al fuego… Hete aquí un plato de hobbits.
Toad-in-the-hole
(Sapitos en su hoyo)Cierna 125 gr de harina con una pizca de sal. Agregue 1 huevo grande, 250 ml de leche gorda, 30 gr de mantequilla derretida, revuelva. Ponga ½ k de chipolatas en una fuente, hornéelas por 10 min, a fuego fuerte. Retire la fuente, cúbrala con el batido. Vuelva a hornear, fuego moderado, hasta que esté bien inflado, seco y dorado.