La Cámara de Diputados vivió su propia Pasión de Semana Santa. Ajenos a un mundo que gira cada vez más lento por el coronavirus, en la calle Pedro Montt se cumplió con una elección, que era un trámite, para elegir a un DC presidente y a una comunista vicepresidenta.
Tan predecible era la elección, que algunos como la diputada Vallejos se adelantaron en felicitar y augurar que “la compañera @KarolCariola será nuestra primera Vicepresidenta Comunista en la Cámara y la más joven en asumir el cargo”.
Pero nada de ello ocurrió.
Los diputados emitieron su voto. Uno a uno, con rigurosa mascarilla, fueron depositando sus votos en una especie de copa de torneo escolar. Si bien había cierta tensión en el ambiente, nadie pudo prever lo que finalmente pasó.
Al momento de contar los votos llegó la sorpresa. Los papeles no sumaron. Así, la oposición no pudo juntar sus fuerzas. Silber y Cariola habían sido enviados a la crucifixión.
Paradójicamente, en plena Semana Santa, vivíamos la pasión y muerte de Silber y Cariola, traicionados por los suyos. Aunque en este caso, más que Judas, vimos a Pedros. Catorce de los 70 opositores en la sala no votaron por el DC y 11 no votaron por la PC. Más que “ventas”, como las que hizo Judas por 30 monedas, hubo “negaciones” como las de Pedro. Simplemente DCs que no estuvieron dispuestos a votar por una comunista; y comunistas y frenteamplistas que no estuvieron dispuestos a hacerlo por un DC.
Y transcurridos algunos días, no hemos visto a nadie colgarse como Judas, ni a nadie llorar amargamente como Pedro.
Más bien lo que hemos visto son recriminaciones mutuas.
Pero lo que en el fondo hemos visto es un episodio más de la imposible cohabitación de toda la oposición junta. Y no se trata de pequeñeces o de cuestiones de estilo o personalidad. Se trata de profundas diferencias ideológicas imposibles de sobrellevar. El gobierno de Bachelet II fue una muestra palpable de aquello. Y lo que vimos el martes es un episodio más de lo mismo.
La “gran coalición”, desde el PC a la DC, no es factible.
Unos leen a Marx, los otros se supone que a Maritain. Unos explican la historia con el “materialismo dialéctico”, los otros con la “Divina Providencia”. Unos creen en el Manifiesto, los otros creen en la Doctrina Social de la Iglesia. Unos creen que siempre ha existido “lucha de clases”, los otros creen que es posible la “cooperación”. Unos han legitimado la vía armada, los otros han propiciado siempre la paz. Unos justifican los regímenes totalitarios, los otros siempre los han condenado.
Paradójicamente, el Partido Comunista en el mundo ha sido excluido de alianzas con partidos democratacristianos. Es más, el Partido Comunista en el mundo gobierna en países donde no existe democracia, donde las libertades públicas son atropelladas y donde el desarrollo económico está asfixiado. Es evidente que no se comen a las guaguas, pero sí se comen las democracias.
Estamos a pocos meses de la elección de alcaldes y gobernadores y la oposición requiere tomar definiciones que son clave. La principal es si intentar ir juntos-juntos, semijuntos o definitivamente separados a las elecciones. La primera opción implica hacer una gran coalición con un solo candidato por distrito, la segunda opción implica pactos por omisión, y la tercera, competencia total.
Juntos ya está demostrado que es casi imposible cohabitar. Lo de la Presidencia de la Cámara es una muestra más. Tratar de seguir la lógica peronista argentina (donde caben todos derecha e izquierda, corporativistas y populistas, católicos y masones, moderados y radicales) no ha sido posible para Chile (aunque ni siquiera los peronistas han intentado meter a los comunistas dentro de ellos).
Pero separados les puede significar entregar una tremenda ventaja a la derecha. La dispersión de votos puede ser fatal.
Así, la oposición se encamina a una definición como el cuchillo del poema de Rubén Darío: ¡si me lo quitas, me muero; si me lo dejas, me mata! Esa es la gran definición que queda. Y queda muy poco tiempo.
En el intertanto, en medio de cuchillos afilados, es probable que haya que buscar una rápida excusa para censurar a la actual mesa de la Cámara. Total haber ganado la elección y querer detener el trámite de mociones inconstitucionales dan mérito más que suficiente para ser destituidos.