¡Ayudemos! ¿Cómo?
Escondiéndonos.
Esto es nuevo. Se esconden los criminales, no las víctimas.
Esta es una de las cosas de este momento que lo hacen único. La necesidad de “aislamiento” como una manera de ser solidario.
Esta época se ha caracterizado por ser un mundo sin fronteras. Si un ser querido se va a otro país, si un hijo estudió afuera, si la mamá vieja se va lejos, está la internet, están los vuelos rápidos a cualquier parte del mundo, las carreteras sin obstáculos.
Hoy nada de eso sirve. Sí, podemos contactarnos online, por computador y con imágenes, ¡pero no podemos tocarnos!
Tiempos raros, que nos demandan nuevos hábitos y nos obligan a nuevas reflexiones.
Es un tiempo para aprender. Pero solo podemos hacerlo si salimos del miedo y nos concentramos en restarnos. ¿Cuánto le ha costado y gustado al mundo la conectividad, la reducción de distancias? Y ahora nos piden quedarnos solos. Solo que tenemos la TV y la internet y podemos conectarnos. Pero no tocarnos.
Desafíos nuevos, nada fáciles.
Estar solo no está de moda, la sociabilidad se ha hecho un deber y poder estar solo ya no es valor.
Entonces, cuando ya aprendimos, viene esta crisis y nos dice: ¡todo de nuevo!
El otro puede ser un peligro. Juntos pero no revueltos, dice el dicho. El papá que no se atreve a tocar al hijo porque estuvo trabajando hasta hace poco. La mamá que apenas cocina porque trabajaba tanto que compraba comida hecha. Los pacientes tienen problemas nuevos. No hay tiempo para preocuparnos del pasado y analizarlo.
Sin embargo, es un tiempo de aprendizaje que vale la pena aprovechar.
El sentido del tiempo cambió: para algunos se hizo largo, para otros se escapa de las manos con tanto que hacer y nadie a quien pedir ayuda.
Respiremos hondo y abramos un espacio libre, contento, nuevo, desafiante, para aprender. ¿Qué?
Lo nuevo es que no sabemos qué. ¡Abrámonos al misterio!