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Día a día
Jueves 26 de marzo de 2020
Precaución y paranoia
Creo razonable suponer que a nadie le agrada el confinamiento forzado, la reclusión obligatoria, que el coronavirus, cual mandamás implacable, ha impuesto en el mundo entero. Ante él la emergencia es tal que, si la supervivencia se pone en riesgo, ni los de la “primera línea” se animan a salir a la calle (para alegría de los que no queremos destrozos). Este permanecer entre cuatro paredes, yendo a la calle solo para lo estrictamente indispensable, es uno de los principales modos de contención de este virus de alcance pandémico.
De ahí, por tanto, la necesidad de extremar las precauciones. Sin embargo, es común que las severas medidas de prevención adoptadas para evitar una mayor propagación del virus causen en algunos verdaderas paranoias, al punto de perder ese punto de equilibrio y de sensatez, de primacía del sentido común, que más que nunca se hace indispensable en momentos como este.
El pánico no sirve para enfrentar emergencias; al contrario, aumenta la posibilidad de agravar una contingencia de por sí ya difícil. Sin duda, la frontera entre la precaución y la paranoia es compleja y sutil, se mueve en un terreno difuso. Toda medida de prevención parece necesaria y hasta quizás insuficiente, pero tampoco hay que caer en el delirio de pensar que ningún movimiento es posible y que por solo hallarse relativamente cerca el virus ya contagió a todos.
Rodericus