Hace 500 años comenzó una expedición que cambió la historia de la humanidad: el viaje de Hernando de Magallanes que posibilitó su paso por el Estrecho que lleva su nombre, y con ello la primera circunnavegación documentada alrededor del mundo.
Este hito no solo representó la posibilidad de cruzar por primera vez el único paso interoceánico natural existente entre los océanos Pacífico y Atlántico, sino que también determinó un encuentro continental y cultural histórico, que permitió hacer de nuestro planeta un paisaje medible y transitable. Un hecho que también devino en el nacimiento del concepto de globalización, con sus inmensas ventajas, así como también con la gran oportunidad de aprender de las formas de vida milenarias de los pueblos originarios australes.
Sin dudas un acontecimiento de alcance mundial, pero también profundamente vinculado a nuestra cultura como país. Esta travesía significó situar por primera vez en el mapa el territorio que finalmente terminó siendo Chile, estableciendo el inicio de nuestra conciencia geográfica e histórica como nación. Y hoy es una gran ocasión para pensar lo que queremos construir como país, desde nuestro territorio al mundo. Por esta razón es que el Presidente Sebastián Piñera ha querido realzar este acontecimiento creando el Consejo Asesor Presidencial 500 años, en el que tengo el privilegio de ocupar la vicepresidencia.
Recordar es reflexionar. Este hito debería quizás llevarnos también a una mirada prospectiva e inspirarnos a preguntarnos cuáles son las expediciones que como país nos falta emprender. ¿Cuáles son los Estrechos de Magallanes que aún no hemos surcado? Estrechos sociales, culturales, científicos, tecnológicos. ¿Estamos preparados para identificarlos y asumirlos?
Esta conmemoración es también una oportunidad inigualable de elevar la mirada y abrir nuestra mente ante aquello que queremos para el Chile del futuro. Un cuestionamiento ambicioso de por sí, pero necesario para mirarnos al espejo y definir caminos que juntos estamos llamados a seguir. Especialmente hoy, cuando estamos viviendo meses tan turbulentos, pero que encierran las claves para las rutas que queremos construir. La cultura y la solidaridad son las expresiones más elevadas del género humano y pueden inspirar nuestros derroteros. Debemos encaminarnos a un futuro mejor para todos.
Cada vez más, somos ciudadanos del mundo. Las fronteras se desplazan y difuminan y enriquecemos nuestra identidad en el encuentro con otras culturas, formas de vida y valores. Hoy las disciplinas se atreven a transgredir sus límites, en busca de las nuevas verdades que nos ayuden a explicarnos la naturaleza humana y el mundo que se transforma a un ritmo inédito. El cambio es constante y los aprendizajes de distinta naturaleza no se detienen.
¿Cómo adaptarnos entonces? En este descubrimiento de nuevas fronteras es fundamental recuperar el valor central que posee la cultura en el desarrollo de las sociedades, porque es precisamente un motor clave en la gestación de una “ecología social” en favor de un país más tolerante y respetuoso. “La humanidad es algo que todavía hay que humanizar”, escribió Gabriela Mistral. La cultura siempre estará ahí para iluminar, despertar curiosidad, incrementar la capacidad de crear, de imaginar e inspirarnos. También nos ayuda a asumir conciencia del prójimo, de la otredad, descontaminándonos del individualismo. Hoy en día, cada gesto o pensamiento nuestro tiene efecto en el otro y en la naturaleza. Todo está interconectado.
Chile ha tenido y tiene grandes creadoras y creadores en distintas áreas artísticas, generosos y arriesgados emprendimientos de su imaginación y sensibilidad para revelarnos mejor la multidimensionalidad del género humano, y leernos o reinterpretarnos la caprichosa geografía de nuestro país. Por su parte, científicas y científicos incursionan por distintos “estrechos” buscando explicaciones culturales y sociales del devenir de nuestra nación. Otros, vigilantes desde los mismos mares australes que navegó Magallanes, abordan temas vinculados al cambio climático y las propiedades de su biodiversidad; y nuestros diáfanos cielos del norte atraen a profesionales que intrusean en los confines del espacio, de la luz y el tiempo. Son testimonios de cómo redescubrimos nuestras fortalezas y unimos fuerzas para ir corriendo los límites del conocimiento. Todo suma.
Hace cinco siglos, Magallanes renovó un imaginario. Hoy estamos también frente a nuevas cartografías locales y globales. Aprovechemos este hito histórico para actualizar nuestros modelos culturales, científicos y geopolíticos, sin detenernos en prejuicios ni cegueras.
Podemos sumarnos a esta nueva travesía, que nos hará surcar los canales del pensamiento, la creatividad y el humanismo, un viaje en el que todos estamos llamados a enfrentarnos a nuestras propias estrecheces con optimismo, esperanza y entusiasmo para superarlas.
Consuelo Valdés C.
Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio