Crecientes demandas sociales están ocurriendo en todo el mundo. En Chile en particular nos faltó una correcta lectura del espíritu de los tiempos, del Zeitgeist (esa difícil palabrita alemana que en filosofía es muy empleada, porque refleja el ánimo, el sentido, el espíritu de una sociedad en un momento histórico determinado). No leímos que había un descontento tan grande.
Sin embargo, aunque me tilden de ilusa o ingenua, quiero creer que Chile superará bien esta crisis. Tengo mis razones: estoy optimista porque tenemos cualidades sociales fundacionales que hicieron que Chile, pobre y lejana capitanía general, se organizara rápido como república y se dotara de instituciones. Esa riqueza moral existe en la gran mayoría silenciosa de chilenos. Estoy convencida de que podemos recuperar la confianza y sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos, que es Chile, recordando nuestra historia, que tiene mucha dignidad. Nuestro país no nació con conquistadores rapaces, sino que a este fin del mundo llegó don Pedro de Valdivia, que dejó una impronta especial: la sobriedad, la serenidad ante el desastre, el sentido del orden y, sobre todo, “la voluntad de ser” a la que se referirá siglos después Gabriela Mistral. El historiador Jaime Eyzaguirre —y muchos otros— vinculan esos rasgos de la personalidad del fundador con algunas constantes del carácter chileno. Hay todo un simbolismo en nuestros referentes que van marcando rasgos en los chilenos. Arturo Prat es el gran ejemplo: pocos países tienen como héroe a un hombre tan sencillo y dispuesto al sacrificio como él, contagiando un ánimo que llevaría a Chile a superarse. Alonso de Ercilla en su maravilloso relato “La Araucana” escribe: “Chile... de remotas naciones respetada, por fuerte, principal y poderosa ...”. Su descripción de nuestra tierra y su gente contribuyó ya en temprana época a modelar nuestra propia imagen y carácter. Insufló orgullo, y a pesar de la pobreza y lejanía, se fue creando una imagen nacional positiva. ¡Les debemos tanto a Don Pedro y a Don Alonso y ni lo sabemos!
Chile nunca fue un simple botín; nació con alma de permanencia. Tenemos una especie de mandato de estirpe: vencer obstáculos, superar terremotos, rearmarnos cada vez. Las cartas de Valdivia a Carlos V muestran que ya era todo un chileno, le decía que aunque tuviera un millón de ducados, no compraría ni un palmo de tierra en España porque quería perpetuarse acá. Si él pudo fundar un sentido de pertenencia a pesar de tanta desolación, nosotros podríamos también superarnos. ¿O solo a mí me llena de orgullo que mi país, que nació como la más atrasada de las colonias españolas, se transformara en una de las más pujantes naciones de Hispanoamérica? Hemos cometido errores, pero son muchos más nuestros aciertos. Por eso soy optimista. Porque no creo que le vayamos a dar la espalda a lo más propio y esencial de nuestro ser como nación. Tengo esperanza de que en la equivocada conducción del Ministerio de Educación se reflexione, que se reponga el ramo de Historia, y se enfatice una profunda educación cívica y ciudadana. Porque en nuestro pasado está nuestro futuro.