Tal como en Chile, en los demás países productores de Sudamérica también se vive una era de descubrimientos, nuevas zonas nunca cultivadas u otras que reaparecen para ser motivo de nuevas miradas. Es necesario rediseñar el mapa de los viñedos sudamericanos y también echarle un vistazo a los nuevos sabores que nacen de esos lugares.
ArgentinaMuy, muy al sur
A orillas del lago Musters, en el sur profundo de la Patagonia argentina y a la altura de Coyhaique, el empresario Alejandro Bulgueroni comenzó el proyecto de Otronia en 2007, una idea pionera en Sudamérica y que pretendía cultivar viñedos en la zona más austral del mundo. Hoy tienen cincuenta hectáreas y un
chardonnay delicioso, pero de sabores completamente inusuales en el contexto de la cepa. El lugar podría describirse como una suerte de desierto frío, con escasas lluvias, mucho viento y veranos con catorce horas de luz al día, la luz suficiente como para que cepas como el
chardonnay, pero también el
pinot noir puedan madurar. Otronia es el ejemplo más extremo, pero hay otros más como la zona de Trevelin, algo más al norte, a la altura de Quellón, en la isla de Chiloé. Allí el clima cambia, se vuelve más lluvioso y el frío persiste entre montañas, lagos y bosques centenarios, un espectáculo natural donde una pequeña comunidad de productores debe luchar contra el clima frío para lograr pequeñas cantidades de
sauvignon,
chardonnay y
pinot noir. Pueden anotar los nombres de Nant y Fal, Casa Yagüe y Contra Corriente, los tres más destacados en esta zona extrema, tan extrema como inusuales son los sabores en sus vinos.
BrasilEl secreto mejor guardado del vino sudamericano
Es probable que muy pocos hayan escuchado hablar de Farroupilha, una zona a medio camino entre Bento Gonçalves y Caxias do Sul, en el extremo sureste de Brasil. Se trata de una zona fresca, de montaña, de pequeños viticultores que por generaciones se han dedicado a cultivar el moscatel para sus perfumados vinos espumantes. Se trata de un estilo casi único en el mundo y sí, los vinos son dulces, con casi 70 gramos de azúcar los litros (un vino “seco” de los que bebemos a diario tiene menos de dos gramos), pero también tiene una acidez deliciosa y un alcohol muy bajo, cerca de los 7.5 grados, lo que lo convierte en un vino fresco y ligero, para beberlo por botellas. El resto lo pone el moscatel, esa uva perfumada que huele a flores y que invita a beber ya desde la nariz. Hay espumantes rosados y blancos en Farroupilha, y son el secreto mejor guardado de la viticultura sudamericana.
UruguayLas olas de Garzón
Cuando uno piensa en vinos uruguayos, el lugar tradicional siempre es Canelones, en los alrededores de Montevideo. Desde ahí, históricamente, han nacido algunos de los mejores
tannat uruguayos. Sin embargo, hacia el este y enfrentando a la Bahía de Maldonado, la zona de Garzón es la que hoy es el foco de atención. Influido por el Atlántico, la topografía de Garzón se compone de lomas ondulantes como olas que se expanden por kilómetros. Los suelos son graníticos, muy distintos a las arcillas de Canelones, y el clima se siente más fresco. Todo eso influye en el carácter de los vinos, en especial en el
tannat, una uva que se caracteriza por tener una textura recia. En Garzón, sin embargo, el
tannat se siente más suave y frutal. Pero no solo hay
tannat en Garzón en particular ni en la Bahía de Maldonado en general. El albariño es una variedad blanca, originaria de Galicia, que allí da vinos perfumados y frescos, pequeñas delicias refrescadas por el océano.