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Editorial
Jueves 25 de julio de 2019
Foro de Sao Paulo
Transformado hoy en instancia de defensa de regímenes dictatoriales de izquierda, su experiencia arroja un balance lamentable.
Por estos días se lleva a cabo en Caracas el encuentro de colectividades políticas de izquierda llamado “Foro de Sao Paulo”. Esta instancia se constituyó en 1990, cuando el Partido de los Trabajadores de Brasil convocó a distintas fuerzas de América Latina para debatir la coyuntura internacional post caída del Muro de Berlín. Se trataba de una época en la que habían fracasado estrepitosamente la experiencia comunista y la vía insurreccional de las guerrillas, por lo que se daba partida inicial a lo que eufemísticamente se llamaría “socialismo del siglo XXI”.
Lamentablemente, lo que pudo haber sido un proceso renovador y de convergencia a la democracia fue tomando ribetes cada vez más autoritarios. La llegada de Chávez al gobierno en Venezuela fue el primer experimento victorioso del Foro de Sao Paulo. Y con su respaldo, sumado al de Cuba, se inició un progresivo giro a la izquierda en el continente, donde fueron alcanzando el poder una serie de gobernantes que, en mayor o menor grado, exhibían líneas afines. Así, se fueron sumando la Bolivia de Evo Morales, la Argentina de los Kirchner, el Paraguay de Lugo, el Ecuador de Correa y la Nicaragua de Ortega, además del Brasil de Lula da Silva. Elegidos democráticamente, esos mandatarios coincidían en un discurso populista y en un manejo económico que aprovechó el boom de las materias primas para multiplicar el gasto público, abandonando —con algunas excepciones— el rigor fiscal. Muchos de ellos, además, incurrieron en una deriva autoritaria que incluyó fuertes restricciones a la libertad de expresión y que, en su vertiente más extrema, ha desembocado en las conductas dictatoriales de un Nicolás Maduro o de un Daniel Ortega. Todo ello, además, marcado en distintos países por escándalos de corrupción.
Ahora, con los nuevos vientos que soplan en el continente, el Foro de Sao Paulo se ha transformado en una instancia de defensa de los gobiernos de izquierda radical que sobreviven en Cuba, Venezuela y Nicaragua, que para mantenerse en el poder violan sistemáticamente los derechos de sus ciudadanos.
Es por lo anterior que llama la atención que doce partidos chilenos sigan participando del foro. Sorprenden especialmente los casos de Revolución Democrática (que ha anunciado que reevaluaría su permanencia) y el Partido Socialista (que, pese a no mandar representantes, ha guardado silencio respecto de la instancia) por tratarse de fuerzas efectivamente comprometidas con la democracia. Llama menos la atención el caso del Partido Comunista, pues —pese al creciente debate que se insinúa en sus filas— ha mantenido hasta ahora una postura oficial de respaldo a las dictaduras de izquierda.
Afortunadamente la mayoría de los países latinoamericanos se han sacudido del mal llamado socialismo bolivariano. En ese contexto, la experiencia del Foro de Sao Paulo como espacio de radicalización arroja un balance lamentable. Es de esperar que al menos partidos como Revolución Democrática y el PS decidan formalmente distanciarse de una instancia cuya dinámica resulta incompatible con las visiones democráticas.