Un programa enteramente dedicado a obras escritas por mujeres ofreció el martes, en el GAM, el Cuarteto Académico de la UC (Frida Ansaldi y Gonzalo Beltrán, violines; Penelope Knuth, viola; Alejandro Tagle, chelo), dentro de la original y atractiva temporada de conciertos de la Universidad Católica para este año. Injustamente dejadas de lado, cuando no olvidadas del todo, las mujeres compositoras recién están recibiendo la consideración que merecen y lo que se descubre son partituras de altísimo valor musical.
El concierto comenzó con las Tres piezas Op. 5 (1954), redactada por una veinteañera Alicia Terzian (1934), cuando estaba en los primeros años de conservatorio en Buenos Aires bajo la tutela de Alberto Ginastera, el creador más importante de Argentina hasta hoy. Terzian, de origen armenio, toma motivos folclóricos de esa cultura, y prueba —como antes lo habían hecho Bartók, Kodály y Stravinsky, por nombrar solo a los grandes—, que la modernidad musical bebió, en muchos autores, desde lo más ancestral. Notablemente, el Cuarteto Académico dio cuenta de los excursos microtonales (esas alturas que están en medio de las que separa una tecla blanca del piano de una negra y que pueden lograrse en las cuerdas) y que sonaron interesantísimos en el segundo movimiento, Pastoral con variaciones. El tercero, Danza rústica, da cuenta de la enorme influencia que Bartók ejerció en las generaciones siguientes.
Como segunda pieza, el Cuarteto de cuerdas de Leni Alexander (1924-2005), chilena de adopción. El conjunto de la UC, con gran concentración, mostró el acercamiento vanguardista de esta pieza, más duro y sin concesiones, característico de la música de Alexander.
Para el final, una pequeña obra maestra, el Cuarteto de cuerdas en Mi bemol mayor Op.6 de la austríaca Johanna Müller-Hermann (1878-1941). Aquí estamos frente a una composición escrita cerca de la treintena de esta creadora extraordinaria y a la que Wikipedia, por ejemplo, no dedica más de tres párrafos. Iniquidad total, si se atiende a las ideas claras y meticulosamente dispuestas que muestra este cuarteto, además de la música vocal e instrumental que produjo esta profesora que, después de casarse, se entregó a la composición. El primer movimiento, marcado Moderato, recuerda vivamente el Sexteto Op. 36 de Brahms, pero conforme la música avanza, nos introduce con gestos, primero, y luego con desarrollos más extensos en el expresionismo germánico. Esta fue la obra en la que el Cuarteto Académico se escuchó más exigido por la potencia musical de esta obra, que debería estar en el repertorio más al uso, pero que sigue olvidado, salvo por este concierto justiciero.