Lo peor de la derrota ante México fue la ratificación que esta selección chilena, dirigida por Reinaldo Rueda, sufre en exceso cada gol en contra. En lenguaje popular, el equipo se aprecia "blando de pera". Un diagnóstico al que debemos sumar la carencia de juego para llegar al arco rival, salvo cuando Mauricio Isla sorprende por la derecha.
El orden del primer tiempo encontró intensidad para luchar en la zona de los volantes, pero escasa asociación en los 30 metros finales. Un equipo sin cambio de ritmo se transforma en inofensivo en estos tiempos de reconversión inmediata cuando se pierde la pelota. Si a eso sumamos dos errores en pelotas muertas (como decimos en Chile; no pelota parada), no hay mucho que hacer.
Las derrotas con Perú y Costa Rica generaron inquietud y luego desconfianza. El peor cóctel para una selección, más aún cuando el pasado cercano sintetizó gloria, eficacia y estética. El hincha y la crítica guardan en la retina ese recuerdo fresco, lo que acrecienta las dudas del panorama actual.
El juicio de la crítica y la hinchada, amplificado por las redes sociales y los discursos populistas, ya sentenció a Rueda. Modificar el actual estado de situación resulta complejo, porque el análisis futbolero está cruzado por las decisiones del entrenador, quien mantiene fuera a jugadores que el gusto popular reclama, sin reflexionar si el problema se resuelve o encauza con su presencia. En esta línea, los cuatro volantes del lapso inicial rindieron y el problema estuvo en la habilitación a los puntas.
El Chile de Rueda tiene una carencia de gol evidente. Eduardo Vargas es una pieza difícil de reemplazar, más allá de su irregularidad. En la interna de la Roja cuentan que el diálogo entre el jugador y el técnico se produjo. Da la impresión, que por un principio de autoridad, su citación no podía ser inmediata. En la Copa América debiera estar. Alexis Sánchez, en un 60 por ciento, cambia el rostro ofensivo.
El seleccionador, con sus decisiones, también provoca inestabilidad y dudas. Iván Morales posee condiciones, pero de ahí a convertirse en titular en el último ensayo antes de la citación definitiva existe un trecho grande. Marcelo Larrondo, recuperado en Unión La Calera, otorga opciones que Chile no dispone. A pesar de su corpulencia, no es un nueve clásico de área. Se mueve por todo el frente y se asocia. En Rosario Central, su mejor estación, lo hizo con Marco Ruben. Acá, con Nicolas Castillo, era una fórmula para evaluar.
En esta etapa, la ANFP no puede salir indemne. La recalendarización de la Supercopa no impedía que Rueda no dispusiera de los futbolistas de Universidad Católica y Palestino. El liderazgo del presidente Sebastián Moreno se aprecia en este tipo de instancia. El respaldo al DT no se da en declaraciones; se genera en hechos concretos, aunque implique un conflicto.
El duelo con Estados Unidos cobra un peso mayor. Es otro examen para un ciclo que no levanta después de un inicio aceptable. De pronto el panorama que vive Rueda se asemeja al que padeció Xabier Azkargorta. Ese clima tenso, donde todo se cuestiona y los éxitos parciales son apenas un bálsamo en la ruta al cadalso.