Comienza el segundo año de Piñera. Su gobierno enarbola varios proyectos anunciados como emblemáticos. Si es así, se supone que se piensa que son fundamentales para asegurar su continuidad en el siguiente período presidencial. El problema que se plantea es si verdaderamente estos tendrán la virtud de ganar a un electorado como para que lo respalde en las urnas en la próxima presidencial y, de paso, permitir a la derecha conquistar mayoría en el Congreso.
Lo primero que salta a la vista en este gobierno es la falta de lo que tan burdamente se ha llamado "un relato". La tarea para este año apunta a que el Presidente acaudille a la derecha en pos de ciertas ideas fundamentales afirmadas con aplomo y convicción. Que ellas marquen una ruta clara que ordene a su conglomerado y lo proyecte en el tiempo. Los planes económicos y demás medidas específicas no son trascendentes por sí mismos, pero pueden ser importantes en la medida que sean expresión de esos planteamientos.
Y con esta ruta delineada enfrentarse a la oposición. No tanto para medir fuerzas, sino para rayar la cancha frente al país, aunque eso signifique ahora ser derrotado en el Congreso. Es preciso llevar a las demás fuerzas al campo propio y no seguir jugando en el campo de los otros. Hoy es el tiempo para la batalla de las ideas o de los trazos fundamentales. Ya hemos visto que nuestras diversas izquierdas se afirman solo en ideas comprobadamente falsas y fracasadas en Chile y el mundo, las mismas que disimularon durante veinte años para ser una máquina eficaz de poder. Hay que desnudar esa carencia ante la opinión pública.
En la medida en que el Gobierno plantee con claridad y convicción sus fundamentos hará más difícil que la oposición se articule, debido a su falta de sintonía con las aspiraciones de la sociedad actual.
Esta es la gran tarea de hoy. Si el Gobierno no la enfrenta con decisión se vislumbra cercano el desmoronamiento de los partidos y el advenimiento del populismo, con toda su incertidumbre. Por la experiencia del gobierno anterior, ya sabemos el precipicio a que nos conduce el no-rumbo de la izquierda. Pero no se puede pretender consolidar y entusiasmar a la derecha variopinta con cada proyecto en particular y sin una referencia superior. En este caso, el éxito del conglomerado y de Piñera seguirá entregado al fraccionamiento de la oposición, porque el juego continuará en la cancha de ellos, maquinistas del poder. La perspectiva de nuestro país no es incierta: solo depende del Gobierno.