Después de dos colecciones de poemas en las cuales emergía una voz poética ya muy singular, Milagros Abalo ofrece en
Hábitat poemas que cautivan por una conjunción inusual de pureza en la experiencia poética, equilibrio en el estilo y honda complejidad de los sentidos.
Al contrario de la forma contemporánea en la que, a menudo, la experiencia poética aparece densamente mediatizada por otros textos poéticos o referencias múltiples a componentes culturales extraliterarios, la poesía de Abalo surge de un encuentro directo con una realidad próxima, que cristaliza de manera prístina en el poema. Su voz resulta, así, intensamente poética. Abalo, desde luego, escribe también a partir de un acervo de lecturas asimiladas, pero estas concurren en su escritura en sordina, subterráneamente, de modo de no ofuscar ese diáfano aparecer de la experiencia poética original en el poema.
La factura de los poemas, por otra parte, revela un oficio delicado, preciso y de una integridad que recorre sin caídas todo el poemario. Abalo se despliega con un ritmo pausado, de una sonoridad límpida que fluye combinando, siempre de un modo casi imperceptible, oportunas aliteraciones, rimas interiores y exteriores, versos quebrados, encabalgamientos justos, cortes finales que dejan en suspenso o alzan la voz después de un discurrir discreto. Es notable, sobre todo -a fin de cuentas, la piedra de toque de la calidad poética-, la riqueza, sencillez y originalidad de sus imágenes, símiles y metáforas que funcionan provocando nítidos momentos epifánicos.
El mundo que aparece de modo más patente, de entrada, en estos poemas es una secuencia de episodios en que la naturaleza viene a tocar la sensibilidad del poeta y cruzarse con su vida cotidiana y su particular interioridad. La buganvilia languideciente, el espino, las palomas, la garza herida, la lluvia, la nieve, la niebla, una hilera de hormigas, las mañanas de invierno, un picaflor o un campo de trigo son el punto de partida de un diálogo interno, de una secuencia de resonancias, de un complejo de emociones y pensamientos que se vuelcan en la palabra poética de un modo, a la vez, sosegado, luminoso y perturbador. En su mayoría, el lugar de esos encuentros es nítidamente campestre, aunque tampoco faltan, hacia el final, poemas en los que el diálogo entre el poeta y la naturaleza se da en un horizonte urbano. También hacia el final del poemario, al lado de la naturaleza, surge como en un triángulo, el sujeto femenino, la mujer, como motivo insistente de este poetizar.
El libro no es, con todo, una simple antología de poemas que tienen como tema común algunos motivos de la naturaleza; no es, por decirlo de otro modo, una colección de poemas bucólicos. Abalo parece poetizar sobre la base de la intuición de una íntima comunidad y continuidad entre el fluir de la naturaleza y la cotidianidad humana contemporánea. Mientras hoy, en la modernidad, lo que parece más patente, es, al revés, una escisión, en la cual el quehacer humano se afana apartado del mundo natural, el ojo de la poeta en
Hábitat abre un espacio, un lugar de acogimiento, "cueva, camino, rincón", en que ambos se entremezclan, anudan e iluminan. El sentido griego de la "
phisis", con su incesante nacer, desplegarse, corromperse, morir y volver a empezar, tiene una presencia constante en estos versos. El sino del hombre en estos poemas, en vez de fugarse hacia una esperanza ultramundana, es regresado al seno de la naturaleza en ese discreto e incesante retorno que nos contiene y disgrega. Este poemario, en esta dimensión, posee, sin duda, un tono de celebración, porque de lo que da cuenta es de una comunidad vital, la revelación de un hábitat común al cual se pertenece, el cual funciona como un asilo o refugio, como una casa en su sentido más originario.
Pero la poética de Abalo, asimismo, no elude los nudos sombríos del existir que ese hábitat natural no suprime. Quizás, en efecto, el fondo oscuro de estos poemas sea la ominosa sombra del tiempo.
Hábitat es, así, un poemario cruzado por dos sensibilidades en tensión, que se traslapan y anudan de modo inescindible: la percepción del tiempo y su pasar, el devenir que muele y destruye -ese trabajo callado que solo al hombre le es dado escuchar- y el coro de la naturaleza que regresa sin cesar, los cuales tejen la vida humana de gozo y tristeza.
La poesía de Milagros Abalo está lejos de cualquier estridencia. La subjetividad es tan solo un medio templado que permanece en un segundo o tercer plano para que sea lo entrevisto lo que brille en el poema. Su quietud y reflexividad, su música serena y decir preciso y diáfano reclaman una lectura que corresponda a la sutil y original calidad de estos versos.