Bruno Lloret se dio a conocer en 2015 con
Nancy, su primera novela, un texto muy bien trabajado sobre la enfermedad, la muerte, la religión, el alcoholismo y la indefensión en el norte de Chile. Ya mostraba allí un estilo capaz de ofrecer frases excepcionales, súbitos destellos que hacen vibrar el lenguaje y que son todavía más frecuentes en
Leña, en buena medida porque todo el texto es una torsión lingüística, escrito en un mal castellano aprendido por una siberiana que se vuelca a internet para buscar marido. Esa sintaxis quebrada e insólita, esa lengua imperfecta que trastabilla con las formas verbales y el régimen de consonancia, se sostiene a todo lo largo de la novela, con algunas interrupciones que muestran también al narrador que maneja los tiempos y desconcierta al lector con lucidez y habilidad, y que, en la segunda parte de la novela, alterna con el coloquialismo popular de Chile. La historia parece un cliché contemporáneo, la búsqueda del remedio a la soledad mediante una alianza exótica, una joven rusa y un occidental con dinero: Ramiro, chileno, pequeño empresario de camiones. Pero para Elena, Lenia o Leña, no es la primera ni la última estación de un recorrido tortuoso de mensajes, fiestas, chateos y servicio de cámaras
online que apuestan más a la compañía que a la actividad sexual. La galería de aspirantes podría derribar cualquier intento de ir más allá, pero Leña persiste y recala en Chile.
"Era una bestia mal domada. Elige olvidos", dice Leña sobre Ramiro, con lo que acierta en ese rasgo de carácter, frecuente en este territorio, de preferir no enfrentar, no verbalizar. Elegir el olvido de alguna manera marca su arribo y sus primeras experiencias con Ramiro, familia y amigos, que la llevan, recién llegada, a comer "lomos de cerdo envueltos en pan y mayonesa". Cerca del final de su paso por Chile, Leña, como "embajadora de otro lugar", hace anuncios que aúnan su particular estilo y su desesperada lucidez: "Yo fui una piedra y un volantín y también un táper criando moho por dentro". En los capítulos finales se impone la sensación de extrañeza que pesa sobre la protagonista, que cuando habla de su perro parece hablar de sí misma -"pulsión que rasca las orillas de las cosas"-, y que a su regreso al
oblast natal redescubre -no podía ser de otra manera- que la soledad no es un estado temporal.
BRUNO LLORET
Overol, Santiago, 2018.
145 páginas.