LAS ESTRELLAS VAN, MÁS QUE NADA, PARA el muy buen trabajo de diseño de producción y efectos especiales de este filme producido por James Cameron y dirigido por Robert Rodriguez. Ese lado "técnico" está muy bien. Impresionante, de hecho. El tema es la historia en sí, que no resulta sobresaliente, cuando de base hay un gran manga y animé. El material original, creado por Yukito Kishiro, merecía un mejor tratamiento y, de hecho, las recientes versiones occidentales live action de animaciones japonesas quizá no han hecho ese acto de justicia hacia el arte de Oriente. El filme hollywoodense "Ghost in the Shell" hizo un correcto homenaje del original nipón, pero nada más. Y algo parecido ocurre con este relato que prometía tanto, dada su fuente de origen.
En el futuro, un científico, tipo papá Geppetto (un contenido Christoph Waltz), reconstruye un androide que encuentra en la basura. Y así nace Alita (Rosa Salazar, cuya cara está digitalmente alterada para lucir ojos grandes y redondos como si fuera un dibujo de animé): una vida artificial que es casi humana y está en busca de su memoria perdida. El proyecto originalmente lo iba a dirigir James Cameron, cuyas "Terminator" tienen más que decir en este tema que la saga "Sky Kids", de Rodriguez. Pero al final el filme cumple como lo haría cualquier superproducción promedio. Claro, faltaron muchas cosas, pero lo que más se necesitó es lo que aparece en pantalla cuando la carismática Alita (mezcla de actuación digital con humana) se abre un compartimiento en su pecho y se saca su corazón artificial para ofrecérselo a un desabrido pretendiente. Ahí estaba el corazón de la película y nadie pareció usarlo para darle mejor vida a "Alita", la película.
"Alita: Battle Angel". Acción, 2018. EE.UU. 125 minutos. T.E.