El reciente conflicto portuario en Valparaíso contiene todos los ingredientes de una tormenta perfecta en el ámbito laboral: incapacidad de diálogo, bases no escuchadas, falta de representación, ausencia de liderazgo, disminución de horas trabajadas e intento de legitimación de la violencia. Todo, producto de una regulación desajustada a los tiempos que corren.
El contrato de trabajo portuario eventual fue promulgado como ley en 1981. Si bien ha sido complementado con dictámenes y una "ley corta", a la fecha seguimos haciendo vista gorda a la precariedad y los problemas que subyacen en este formato, que está lejos de promover los llamados "empleos de calidad". El convenio comienza, se desarrolla y finiquita cada ocho horas, no permite negociación, depende muchas veces de quienes sean designados por el sindicato para el trabajo, no considera feriados, vacaciones ni capacitación, y, más grave aún, no incluye cotización previsional ni de salud.
Al igual que en la ficción, esta tormenta era previsible. Los antecedentes existían, camuflados bajo una ley más bien desconocida que no permite claridad del marco regulatorio. La complejidad de esta situación, la mirada de corto plazo y la incapacidad de aunar voluntades dificultan rectificar el rumbo. La confrontación portuaria recién concluida es un anticipo de lo que puede ocurrir a nivel país en el futuro si no somos capaces de visibilizar los cambios que se avecinan en la realidad laboral. En muchas industrias, la tecnología está reemplazando el trabajo pesado, y las tareas rutinarias -si aún existen- son más bien esporádicas.
La mitad de los trabajos que conocemos van a desaparecer en los próximos 20 años. Según un informe de la OCDE, a comienzos del año 2000, unos 100 mil robots industriales operaron en el mundo, número que ha aumentado más de tres veces en la actualidad. La llamada "cuarta revolución industrial" que estamos viviendo es imparable, y sus impactos, desconocidos. ¿Qué pasará cuando las competencias de gran parte de la fuerza laboral queden obsoletas?
El trabajo futuro es presente y hoy existen muchos trabajadores independientes que se emplean en apps de servicios y otras empresas principalmente tecnológicas, las cuales otorgan flexibilidad y oportunidades, pero que carecen de un marco regulatorio moderno, necesario para los tiempos que vivimos. Un trabajador eventual del futuro necesita estar en constante formación para adaptarse a entornos inciertos y complejos.
Prepararnos para las tormentas venideras es una oportunidad y tarea de todos: trabajadores, sindicatos, empleadores, gobierno y organizaciones civiles. Desde la colaboración será posible hacernos cargo y encontrar soluciones dignas, que se ajusten a la realidad que merece un país que destaca en su región.
María Isabel Vial