Antonio Martínez
EN EL DISEÑO DE SONIDO DE "ROMA" ESTÁ LA MEMORIA DE ALFONSO CUARÓN, y son las voces del vendedor de miel, la banda de guerra de cornetas y tambores, un afilador de cuchillos y decenas de radios portátiles que mezclan la canción del momento con la propaganda o el discurso político, también de ese momento: el México de su niñez que acaba de organizar el Mundial de 1970 y una familia de clase media más bien alta, con la servidumbre del chofer y dos empleadas indígenas que hablan mixteco: Adela y Cleo (Yalitza Aparicio), que abraza y cuida a los niños de la casa.
Reverberan imágenes de televisión o el cine de un niño: "La gran fuga" (1965), comedia francesa con Louis de Funés y en el reparto un mexicano internacional con aire europeo: Claudio Brook; y una floja de John Sturges, "Atrapados en el espacio" (1969), con Gene Hackman como el astronauta que flota moribundo.
Cuarón filma los cuartos de la casa, también el garaje estrecho que espera el auto de su padre, que estaciona exacto, masculino y confiable. Las baldosas con la suciedad del perro y sus ladridos, y por lo alto el rumor de los aviones. Cleo lava la ropa en una batea con espuma y jabón. Sofía (Marina de Tavira), la dueña de casa, se enoja y grita demasiado. Una señora de negro que compra golosinas es la abuela.
Es una película con la grandeza de la vida cotidiana y protegida por las corrientes de cariño que unen a la familia, donde primero es Cleo, pero también Sofía, criada y patrona, roles y clases distintos, pero algo las iguala: son mujeres y son los hombres los que deciden el abandono, la paternidad o la violencia, y ellas lo padecen.
Cuando la película y la cámara salen de la casa, Cuarón se transforma en un director que apabulla y demuele con imágenes formidables, porque la película se mueve y se escucha su pálpito.
En los
travellings por las calles y las afueras del cine Las Américas, que son un canto a lo urbano y a sus habitantes: bullicio, bocinas y gritos, transeúntes, comerciantes y vendedores.
Ese mismo movimiento de cámara, ahora en una playa lejana, avanza y retrocede, como la olas y su resaca, mientras ruge un sonido: el mar, porque a veces, y esta es la gran historia, entre la vida y la muerte hay un tris. Es la masilla y el soplo. Cuando eso ocurre, la cámara no se mueve y elige un plano fijo en un hospital, para una imagen: la parturienta sobre la camilla y los médicos y enfermeras que la rodean.
¿Qué otras cosas rebotan? El fascismo y machismo del continente, la tristeza indígena, la servidumbre humana y el miedo al país.
Son sonidos en la memoria de un niño, imágenes intermitentes, héroes dudosos, mujeres protectoras y el rumor de mundos ajenos, como la política, injusticia y violencia.
Después, con el tiempo, vendrá el entendimiento, el oficio de director y el intelecto, incluso los sueños cumplidos, pero cuando eso pasa y para nunca olvidar de donde viene un hombre, en ese instante, se vuelve a "Roma".
"Roma". México-EE.UU., 2018. Director: Alfonso Cuarón. Con: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Nancy García García. 135 minutos.