Hace algunas semanas el presidente de Empresas Carozzi, entrevistado por este diario, manifestó reparos a la ley de etiquetado porque ha aumentado la obesidad en el país. Argumentó que dicha norma no ayuda a educar a la población y abarca a una proporción pequeña del consumo de alimentos, con lo que no ataca debidamente a la obesidad, finalidad de la ley. Su preocupación apuntaba a que esa política pública fuera efectiva. Pocos días después, el senador Girardi, en defensa de dicha ley, esgrimió el artículo 53 del Código Sanitario que prohíbe cualquier forma de publicación o propaganda contra las políticas públicas de salud, dejando a juicio del Servicio de Salud la calificación de la acción emprendida.
Este entrevero nos pone, una vez más, frente a normas que claramente contravienen el ambiente que debe presidir la vida de las colectividades. En este tipo de asuntos aparece el lado oscuro de la definición de ley de Bello: manda, prohíbe o permite. A la luz de las experiencias totalitarias del siglo XX y de hoy, dicha prescripción abre una amplia avenida a cualquier tipo de dictadura. Hoy necesitamos normas flexibles y que inviten a todos a participar para estar constantemente adaptándonos a los cambios que sobrevienen con tanta rapidez, a la vez que estar evaluando permanentemente sus resultados sobre la vida colectiva.
El Código Sanitario ya tiene más de cincuenta años y responde a las ideas de entonces. Hoy estamos en otra época. Rigidizar la vida en sociedad y eludir los debates solo acarrea mantener al pasado eternamente y cerrar toda posibilidad al futuro. Más aún cuando es la burocracia la llamada a actuar como cancerbero. Es lo que ya conocimos de la URSS, de Cuba, de Europa Oriental y tantos otros países que se empantanaron en su pasado y hasta el presente no se recuperan. Entremedio, millones de seres vieron sus vidas truncadas y vaciadas de sentido y de oportunidades.
El debate en cuestión nos ha mostrado apenas una hilacha de la gran tarea de fondo que corresponde al mundo político y a la sociedad civil en sus muy diversas manifestaciones. Estirar el PIB sin considerar más allá de lo material solo es pan para hoy. También las rígidas demandas sindicales invaden el futuro con el peso del pasado. Todas las formas de acción directa de grupos poderosos socavan la convivencia. Hay que repensar y ser cuidadoso con la redacción de las leyes. Tienen que abrir los horizontes del futuro y convocar a todos a actuar pacífica y participativamente en conjunto.