En cartelera ahora en el GAM, "Franco" -estrenada en abril en otra sala- es un hallazgo más en este año teatral de cosecha inusualmente espléndida. Con dos ventajas a beneficio del talento femenino: Sin ser en rigor un debut, es el primer texto con que llama la atención la nueva dramaturga María José Pizarro, actriz y periodista integrada al programa que dicta el Royal Court Theatre en Chile. Además, ratifica que la dotada actriz Alexandra von Hummel, codirectora de varias obras de su grupo, La María, y que ocasionalmente ha dirigido en solitario algunas puestas de mucho interés, debiera dedicarse a esa función con mayor asiduidad.
Primera parte de una trilogía titulada "Rabia", se centra en un solitario cabo de Carabineros que, encarcelado por propinar una mortal golpiza a un travesti, presta declaración ante una abogada para explicar cómo un rapto de ira lo llevó a convertirse en asesino. Con descarnada y áspera dureza, su discurso da cuenta primero del entorno de pobreza, frustración y violencia del que proviene, luego del día a día de su inhóspita tarea de defensor del orden y la ley en un medio en que abundan las tentaciones de pasarse al bando de los 'malos'. Así revela algo de la historia íntima y humanidad escondidas tras los uniformados. Pero él además guarda un secreto, su doble vida, que no acepta y reprime: de adolescente tuvo un romance homosexual que no puede olvidar.
Von Hummel hace fluir y despeja sin torcerlo el sentido del texto abordado, pero agrega al montaje algo más, nuevo y personal, una poética y estética que enriquecen en complejidad y matices el planteo del autor (cosa que en nuestro medio se da rara vez). Con escenografía y vestuario propios, lo que le otorga un control unitario del conjunto, el fragmentado relato se desarrolla en una asfixiante caja de irritante color amarillo, sin escapatoria posible; un diseño no realista que estiliza la idea de prisión, en tanto sugiere que todo transcurre en el atormentado espacio mental del protagonista. Refuerza esa plástica una música igualmente inquietante.
Si bien se trata de un monólogo, la directora añade tres figurantes -de ellos dos mujeres, una muy alta, la otra pequeña- mudos y sin rostro (usan la misma máscara neutra de látex); unas presencias casi siempre de espaldas e inmóviles, amenazantes por su ambigüedad. A veces también con máscara, otras a cara descubierta, Juan Gálvez expone con potencia el derrumbe de este hombre que no sabe bien cómo es en verdad él mismo, y cree que cuando va de franco se parece más a quien podría ser. A veces habla por otros. La mayor parte de su testimonio lo dice usando micrófonos, uno de pedestal, otro facial, recurso que junto con distanciar la entrega permite distorsionar su voz por medios acústicos.
Con su turbadora teatralidad y atmósfera tortuosa y de extrañeza, este artificio escénico logra expresar la crisis de una conciencia alterada que trata ansiosamente de resolver el enigma de su identidad, mientras se niega a aceptar su condicionante sexual.
Centro GAM. Miércoles a sábado a las 21:00 horas. Hasta el 8 de diciembre.