QUIZÁS CADA MOMENTO DEL CINE TIENE AL ROBIN HOOD QUE MERECE.
En los años 70, con el revisionismo, la defunción de los géneros y bajo un clima de final de época, apareció "Robin y Marian" (1976) de Richard Lester, con unos personajes cansados de la leyenda, melancólicos y un poco aburridos, la verdad sea dicha.
El "Robin Hood: príncipe de los ladrones" (1991) perseguía la gloria de Kevin Costner, a un año de su mejor instante: "Danza con lobos" (1990), y algo parecido pretendió Russell Crowe en el "Robin Hood" (2010) de Ridley Scott.
Entremedio, la comedia "Las locas aventuras de Robin Hood" (1993) de Mel Brooks y el elogiado "Robin Hood" (1991) de John Irvin, con Patrick Bergin como el rebelde y Uma Thurman como Marian.
Lo de ahora no se compara con las versiones anteriores y avanza por un carril juvenil y digital, donde reinan el espíritu del videojuego y las ansias de iniciar una saga.
En la nueva "Robin Hood" son los personajes originales, por cierto, con incrustaciones y variantes, y hacia el final está el bosque de Sherwood, pero la mayor influencia e inspiración surge de otras zonas. Será un producto como "Assasins Creed" (2016), más el videojuego que la película tan fallida; o bien sagas distópicas como "Los juegos del hambre" (2012) o "Divergente" (2014), donde los jóvenes lideran la rebelión contra gobiernos corruptos.
El nuevo Robin Hood (Taron Egerton) se incorpora con audacia en el paradigma y agrega un guerrero musulmán que termina como su maestro, desde donde surge la pegatina y lo inaudito: el Pequeño John (Jamie Foxx) es un afroamericano experto en el arco y la flecha, y con Alá como único guía.
La película tiene a Ben Mendelsohn como el Sheriff de Nottingham y el actor reproduce un tipo de villano que ya interpretó en "Rogue One: una historia de Star Wars" (2016) o "Ready Player One: comienza el juego" (2018), y con un detalle que no es menor: el abrigo que luce en la Inglaterra medieval bien podría utilizarlo en el futuro y en otra galaxia lejana, porque el vestuario, en estas películas, es ahistórico y tanto vale para siglo XIV como para el XXIV.
Hay momentos difíciles de olvidar: el monólogo del Sheriff de Nottingham, cuando explica que es un villano resentido porque fue un niño golpeado. O la vocación de Marian (Eve Hewson) por el trabajo social. Y la presencia de F. Murray Abraham como un cardenal omnipotente, solo para asegurar un dato: las cosas pueden ser peores.
Y para eso, por cierto, se necesita que la saga continúe y "Robin Hood" exhibe sin vergüenzas y con desplante su naturaleza de pastiche y su envoltura de salchicha serializada.
Ese orden natural de la industria del cine, otras películas lo disimulan y camuflan con densidad psicológica, zonas oscuras y alguna teoría del antihéroe.
Acá reina la simpleza y se trata de una precuela. ¿De qué? Eso da lo mismo, la clave es que eso mismo tenga una secuela.
"Robin Hood". EE.UU., 2018. Director: Otto Bathurst. Con: Taron Egerton, Jamie Foxx, Ben Mendelsohn. 116 minutos. Mayores 14.