La estimulación temprana en los niños busca fomentar su desarrollo cognitivo, potenciando sus habilidades y facilitando su aprendizaje. Pero la estimulación en exceso puede atrofiar la capacidad de ajustarse o el desarrollo de recursos propios. No obstante, los efectos nocivos de la sobreestimulación no solo están presentes en el desarrollo de los niños. También lo pueden estar en el desarrollo de los países.
De manera recurrente, los gobiernos introducen políticas expansivas en momentos de actividad débil. Muchas veces estas se justifican plenamente, pero en otras ocasiones se bloquea el necesario acomodo al ciclo externo o a las condiciones domésticas. Una virtud en el manejo macroeconómico radica en distinguir cuándo es necesario el estímulo o cuándo es necesario el ajuste.
Esta dificultad por encontrar el justo equilibro es especialmente nítida en China, donde el gobierno ha mostrado históricamente un sesgo a estimular la actividad en períodos donde las condiciones externas empeoran. Así fue durante la crisis de 2008, con un gigantesco programa de estímulo fiscal y crediticio del cual todos los países emergentes nos vimos beneficiados, y en bastante menor medida durante 2015, cuando las salidas de capitales amenazaron con un ajuste mayor en China.
Ahora que las cifras se muestran más débiles y la guerra comercial comienza a dejar sus primeros estragos, China se apronta para una nueva temporada de estímulos. La baja en los índices de confianza de consumidores, la fuerte depreciación de su moneda y el debilitamiento de la actividad industrial han llevado a corregir a la baja el crecimiento para 2019. El gobierno del Presidente Xi lo quiere evitar, por lo que en los últimos meses hemos visto sucesivos anuncios de planes de crédito, apoyo a empresas, más inversión y bajas de impuestos. Como siempre, la calibración de estos estímulos variará en el tiempo, pero el mensaje es claro: hay que apoyar la actividad y evitar una desaceleración mayor.
En el corto plazo, esta es una buena noticia, ya que establece un piso al deterioro que pueda tener la economía mundial. Pero no lo es en el mediano plazo. China ha sido muy exitosa en su manejo macroeconómico, pero su inclinación a los estímulos la ha llevado a acumular una mochila importante de deuda interna. Posiblemente ello se deba a la idea de que un deterioro en el empleo puede generar tensiones sociales difíciles de controlar.
Una nueva postergación del necesario ajuste en la deuda en China abre interrogantes sobre su manejo macroeconómico en los próximos años. Quizás esta sea la consecuencia más duradera de la guerra comercial.