Tras 14 años haciendo un aporte imprescindible a Viaje Inmóvil, que lidera Jaime Lorca, la primera propuesta en solitario de Tita Iacobelli, "Chaika", la instala a un nivel magistral en el área del teatro de muñecos para adultos. Aunque en verdad es un unipersonal solo en la ejecución; la gestación y dirección del montaje la compartió con la prestigiosa diseñadora escénica y titiritera ruso-belga Natacha Belova, quien asumió también el diseño integral. Rodrigo Gijón asesoró la dramaturgia. En todos sus aspectos, el resultado alcanza logros redondos y acabados francamente virtuosos.
En apenas 50 minutos y con nada más que una intérprete en escena que anima un muñeco de tamaño natural, "Chaika" crea una preciosa y hechizante ficción que rebosa de las más ricas resonancias y sugerencias. Su punto de partida es "La gaviota", una de las obras más emblemáticas de Antón Chéjov.
Imagina un confuso sueño o alucinación provocada por un incipiente alzhéimer, de una vieja gran actriz que cree hallarse en el escenario de un teatro en la noche en que se homenajea y despide su larga carrera con la obra que hizo tantas veces. Como por rara circunstancia no llegó ningún otro actor, Chaika -una profesional incapaz de defraudar al público- deberá sola contar la historia encarnando el reparto entero. Su único apoyo será una joven que la guía, como si fuera la voz de su conciencia.
Con su pasmoso dominio técnico, Iacobelli logra que Chaika parezca tener vida propia y uno olvide quién está detrás suyo animándola. Lúdicamente esquizoide es, asimismo, el modo en que ella hace y diferencia las voces de los otros personajes, ocultando ingeniosamente la fuente -su boca--, en un ejercicio de doble y hasta triple división de personalidad. En una ocasión se llegan a sobreponer tres diversos planos de ficción, toda una proeza. La síntesis de la trama es tan hábil que quien no haya oído jamás de Chéjov puede seguir la historia con claridad.
Así, esta obra, delicada y a la vez delirante, articula su sentido en dos polos paralelos: la vejez que implica decadencia y decrepitud (y el fin de la memoria) y la reflexión sobre la naturaleza del teatro y la creación artística, uno de los materiales de "La gaviota". Trata de la ilusión teatral, de la magia que el escenario es capaz de generar, y también acerca de la fascinación de ser otro por un momento. Habla de cuál es el valor del teatro para quien lo hace o lo presencia, y sobre la fugacidad del arte y de la vida; alude la idea de que lo nuevo ineludiblemente reemplazará a lo viejo y otros temas anexos, como las relaciones disfuncionales entre madre e hijo, trazadas en "La gaviota" y en la escapada a "Hamlet".
Todo envuelto, como exige Chéjov, en un dulce y triste encanto; lo que no impide que nos sorprenda con un pasaje de veras hilarante.