Esta película no es nueva. Fue estrenada en el Festival de Cannes de 2010 y su distribución ha sido tan irregular que solo ahora llega al Cono Sur. Su director, Ken Loach, ha filmado cinco películas más después de esta y hace poco cumplió 82 años. Pero una película de Loach es siempre bienvenida, aunque (¿o porque?) uno sabe con lo que se va a encontrar: el anticapitalismo, la defensa de los explotados y los marginados, el afecto por la clase trabajadora, una abierta paranoia frente a los gobiernos y los poderes transnacionales. Y siempre con una vuelta de tuerca que reconoce la ambigüedad de la realidad y que, por lo tanto, aleja a sus cintas de la propaganda, tanto como lo hacen el buen hacer fílmico, la delicadeza visual, la calidad casi musical de su ritmo.
Aquí se trata de algo que estaba más vigente el 2010 -ese mismo año ganó el Oscar Vivir al límite-: la posguerra de Irak, con su salvajismo militar y civil. El título proviene del peligroso camino entre la "zona verde" (o internacional) y el aeropuerto de Bagdad, blanco continuo de atentados salvajes.
En su natal Liverpool, Fergus Molloy (Mark Womack) recibe la noticia de que su amigo de infancia, Frankie (John Bishop), ha muerto en una emboscada que no dejó sobrevivientes ni testigos, precisamente en la Ruta Irlandesa. Molloy ha regresado hace poco de Irak y se siente culpable de haber dejado a su amigo en ese infierno. Ambos viajaron allá como "contratistas" de seguridad bajo el amparo de la Orden N° 17, que les asegura impunidad ante las leyes locales. Los "contratistas" son punto menos que mercenarios, reclutados de preferencia entre exsoldados del Ejército.
Fergus no cree de entrada en la versión de la empresa y sus sospechas se multiplican cuando se entera de que Frankie estuvo envuelto en un incidente en que uno de sus compañeros asesinó a una familia completa de iraquíes a bordo de un taxi.
El relato está organizado como una investigación policial, que se lleva bajo la amenaza de unos poderes casi ilimitados. Algunas escenas parecen copiadas de Agenda secreta (1990), acaso la cinta más paranoica de Loach, solo que entonces se trataba de la denuncia del thatcherismo, mientras que la guerra de Irak fue visada por el laborista Tony Blair. Quizá esta sea una razón para que el gobierno tenga menos presencia. Todo el mal está depositado en las siniestras empresas privadas que lucran con la desgracia iraquí.
¿Todo el mal? No, no, porque se trata de Loach, que en su peor momento puede filmar con arrobo una canción iraquí, pero en el mejor no permite que el maniqueísmo se tome la película. Su héroe Fergus es también un sombrío antihéroe, un miembro más de una pandilla de sujetos violentos, instintivos y asesinos. Loach es un cineasta clásico, a menudo convencional, proclive a la claridad casi pedagógica de la narración, que trata de evitar la tontería. Casi nunca ha rozado la perfección, pero casi siempre es más interesante que el resto.
Route IrishDirección: Ken Loach. Con: Mark Womack, Andrea Lowe, John Bishop, Geoff Bell, Jack Fortune, Talib Rasool, Craig Lundberg.
108 minutos