La tecnología ha propiciado un momento sin precedentes en la historia de la humanidad: ciudadanos conectados, colaborando y compartiendo para que la sociedad funcione de manera más horizontal. La tecnología ayuda a mejorar la sociedad, pero se transforma en utopía extrema cuando sus ideólogos nos aseguran que solucionará todos los problemas que nos preocupan, sea la ecología, la medicina, la educación y un largo etcétera.
Es un hecho que el "capitalismo de plataforma" se desarrolla a gran velocidad, lo que facilita el acceso a bienes y servicios. Pero también genera monopolios -y esto es lo más preocupante- que se quedan con nuestros datos, nuestras conversaciones, nuestras preferencias. Las modernas redes de comunicaciones favorecen la aparición de una sociedad más descentralizada; pero pueden dar lugar a una sociedad dual, donde las diferencias entre quienes tienen o no acceso a los nuevos servicios se vean aumentadas.
Resulta inquietante comprobar cómo la ideología de la tecnología -que proyecta su paraíso basada en la eficiencia- en el ámbito de la biotecnología, ya tiene adeptos consumidores que no dudan en abrirse la piel para ser inoculados por chips. Esto con la promesa de mejorar sus capacidades de compra, de traslado e información.
¿Hacia dónde evolucionará nuestra especie? ¿Nos convertiremos en biorrobots de máxima eficiencia?
Una respuesta profunda a la utopía tecnológica se la escuché hace años a un chamán en la selva peruana: "con máquinas, dejamos de generar tecnologías interiores". En la ciega confianza de la tecnología como potenciadora de todas nuestras facultades, también podemos atrofiar nuestra capacidad natural para observar, relacionarnos, pensar.
Que en Chile no nos pase como a los antiguos, que se encandilaron con espejos de colores a cambio de ceder sus territorios. La llamada ideología tecnológica puede transformarse en la colonización del cuerpo, nuestro territorio más íntimo y libre. Por su misma utopía, puede devenir en totalitarismo.
El liberalismo aquí nos da una alerta. Y una alerta propositiva. Esto porque desde sus orígenes ha puesto su acento en el humanismo, ubicando la libertad individual como centro de su pensamiento. La sociedad, para alcanzar un mayor bienestar, debe proteger esa libertad pero con justicia.
El gran desafío social está tocando a la puerta, de aquí a muy poco será normal el desarrollo cyborg . No todo lo tecnológicamente posible es necesariamente deseable socialmente. La tecnología no es un valor absoluto en sí mismo. Como decía Nicanor Parra, para mí el más liberal de nuestros poetas: "Es bueno el cilantro pero no tantro".
Santiago Elordi