En la Academia de Guerra del Ejército, su director, el coronel Guillermo Altamirano, y el teniente coronel Roberto Lazo, director del Centro de Estudios Estratégicos, abrazaron a cinco investigadores.
Lanzaban el libro "La ciberguerra, sus impactos y desafíos", que se desarrolla en el "quinto elemento": el ciberespacio (los otros son tierra, mar, aire, espacio). Justo a tiempo: el país busca ciberseguridad. Leí las 168 páginas; los recientes ataques a los bancos podrían ser ensayos de ataques mayores. El texto llama al realismo.
Escribe el coronel Altamirano que la ciberguerra compromete "efectos (...) que (...) sobrepasan el ámbito militar y se proyectan a otros elementos del Estado como la población, la infraestructura vital e inclusive la moral nacional (...)". Propone anticiparse.
El libro distingue entre ciberseguridad y ciberdefensa. Y organiza el tema. La bibliografía demuestra el año de trabajo; cada capítulo ofrece reflexiones finales, para los "apuretes".
El teniente coronel (r) y abogado Mario Polloni mira el marco legal. Uno podría pensar que no hay estudios jurídicos, pero ya hace 11 años que ocurrió la primera ciberintervención rusa: contra Estonia, colapsando la red bancaria, organismos gubernamentales, medios de prensa.
Desde entonces, organismos internacionales, académicos y diplomáticos buscan aplicar el derecho internacional a la escurridiza guerra virtual. Polloni señala vacíos por llenar para declarar una guerra legítima.
Lo clave para prevenir enfermedades es lavarse las manos, basta oír a un infectólogo. Así ocurre al leer al experto en inteligencia y guerra electrónica, general de brigada (r) Raúl Leiva Villagra. Recorre el quinto elemento, aplica la estrategia, llama a actuar.
"Se presentan dos grandes líneas de acción: una defensiva, que busca la protección de los propios medios a la acción de la ciberguerra que pueda desarrollar el adversario, y otra ofensiva, con la intención de afectar al potencial enemigo".
Y el enemigo puede ser anónimo (Rusia no reconoció haber atacado a Estonia), actuar como relámpago y desde un lugar indetectable.
También describe la difícil tarea de disuadir. Tal vez Rusia ha logrado posicionarse como un poder informático bélico, pero para lograr aquello las acciones se pagan caro.
El general de división (r) Mario Arteaga aborda la relación entre la conquista territorial y la lucha en el ciberespacio, en su capítulo "El desafío del combate por el mando y control": quien ataque a su adversario "amparado en el secreto de las grandes distancias tendrá la capacidad de dañar y neutralizar su infraestructura de mando y control sin necesidad de comprometer medios humanos y materiales".
El coronel (r) Hernán Díaz escribe el capítulo que más afecta: define la infraestructura crítica, blanco de una ciberguerra.
Al final, escriben sus proposiciones; la clave: coordinar a todos, lo privado y lo público. ¿Más barato que la guerra convencional?, pregunté. Negativo. El material computacional queda obsoleto mucho antes que un tanque. Y los expertos, cuestan.