Nunca una primera fecha de la zona de grupos es representativa del desarrollo de un Mundial. Por supuesto que la historia está llena de sorpresas, resultados impensados y monumentales decepciones, pero siempre, al final de esta primera etapa, termina imponiéndose la lógica por sobre esas excepciones que deslumbran con una victoria inimaginable o fuera de toda apuesta.
Hasta ahora, y por lejos, el triunfo de México sobre Alemania es el hito. Y no por el superlativo nivel que mostraron los aztecas durante el primer tiempo. Más bien por el fútbol opaco, desalineado y carente de la mínima dosis de talento y creatividad de los campeones mundiales. Para los chilenos, que nos quedamos "pegados" con la goleada a México en la Copa Centenario y con la ajustada derrota en la definición contra los alemanes en la Copa Confederaciones, la victoria mexicana evidentemente que distorsiona el resultado puntual. Pero también es altamente improbable que Alemania vuelva a repetir el discreto partido que hizo en el debut y que su paso a octavos corra riesgo, tanto como que México se convierta en un candidato a ganar el torneo, pese al entusiasmo de muchos.
A partir, entonces, de la excepción que ha significado México-Alemania, nadie que conozca el devenir mundialero puede asombrarse con la paridad de fuerzas inaugural. Que en su debut la Argentina de Sampaoli no haya materializado un fútbol colectivo valorable y que Messi tampoco haya sido la figura desequilibrante frente al emergente equipo de Islandia, no es una situación anómala. El innegable favoritismo argentino se sostiene por su historia y porque tiene al mejor jugador del mundo, sin embargo sus últimos partidos y la inconsistencia futbolística es un hecho de la causa. Si no, basta revisar el debate que hubo en Argentina tanto para la elaboración de la nómina como para la oncena titular que debía "parar" Sampaoli. Con todo, el equipo albiceleste debería clasificar e imponerse en el grupo sin problemas.
España, Inglaterra y Francia van por el mismo derrotero. El principal problema de los hispanos es reacomodarse al impacto de perder a su técnico a horas del debut. Pero su favoritismo para acceder a semifinales sigue intacto, aunque haya igualado con Portugal (en el mejor partido de este Mundial) y ganado con lo mínimo a Irán. No hay que confundirse con los resultados: España juega de memoria y la ajustada sincronía de sus piezas no tiene hoy un parangón en Rusia. Un par de escalones abajo puede ubicarse Inglaterra, con el agravante que sufrió más de la cuenta con Túnez por errores propios más que por virtudes ajenas. Queda la incógnita con el poderío de Francia ante un oponente que tenga un juego menos físico y más técnico que Australia, una selección que suele complicar proponiendo muy poco. Será Perú el que dé un parámetro más concreto de la real opción gala, para muchos (suscribo el listado) el gran "tapado" de este Mundial.
Y... Brasil. Convengamos que el empate con Suiza es lo mejor que le pudo pasar al Scratch para que no pierda la perspectiva de que por muy superior que se sienta, debe demostrarlo con hechos y no por presencia. Por individualidades, no tiene contrapeso en este campeonato. Pero si no se mete en semifinales, aun sin lograr su máxima potencialidad, este Mundial puede significarle un fracaso mayor al anterior y el epitafio de una generación que, incluso en rodaje, puede derrotar a cualquiera. Si es que el exceso de confianza, tan propio de la raza, no se transforma en su gran rival.