Nuestro Museo Nacional de Bellas Artes ha buscado sacar del olvido al pintor James Smith (Mejillones, 1924 y entre 1976 y 2012, exiliado en Ámsterdam). Un número considerable de las obras mostradas carece de fechas de facturación, aunque eso no impide apreciar su desarrollo creativo. Al principio, nos guía el abandono progresivo de lo reconocible. Después, el empleo del color marca la diferencia a lo largo de sus trabajos holandeses, hasta que en 1994 una grave enfermedad los finaliza bruscamente. Se observan, por lo tanto, dos etapas bien definidas en la Sala Matta. Durante su etapa chilena, la voluntad de explorar horizontes propuestos por las vanguardias del siglo XX lo hacen abrirse, primero, al fecundo influjo del cubismo y Picasso. Un paso más allá, lo vemos rumbo a una depuración más radical de la tradición figurativa. Concreta esto en un bonito óleo pequeño, "Paisaje", cuyo atractivo contraste entre verdes y violeta se unifica con la solidez de su construcción. Si algo después opta por una abstracción geométrica algo confusa, donde mantiene elementos reconocibles, el ingreso del artista al Grupo Rectángulo, en 1955, ilumina su ruta y lo ayuda a definirse por completo.
Pero el gran salto cualitativo viene con la década del 60. En la presente retrospectiva, testigo elocuente de ello resulta una amplia tela sin título de 1961, la que, junto con ofrecer un personal y dinámico manejo de la geometría, cabría considerarla el cuadro más hermoso del conjunto. Méritos similares ostentan ciertos productos en menores dimensiones: aquellos ordenados por el montaje en un grupo de tres cuadros y otro integrado por dos.
Como ha ocurrido a ciertos pintores nuestros contemporáneos, el trasplante violento de país les ha sido poco favorable. Es también el caso de James Smith. Así parece perder en importante medida su norte creativo, cayendo en una especie de ejercicios bastante próximos al diseño. Ello se une a un cambio radical y permanente dentro del rango cromático. Los rosados, blancos, azules, celestes, más algún escarlata, tienden ahora a ablandar sus proposiciones pictóricas. Por otra parte, eso sí, suele ganar ahora un dinamismo si bien una pizca mecánico. Dentro de ello, que esta última característica alcance su materialización más convincente a través de dos acrílicos grandes sobre papel, de 1987 y 1988 respectivamente; lo advertimos mejor en el dotado con una especie de bien armado laberinto de rectas y curvas.
Verdadero aliento del Chile magallánico invade el recinto principal de Galería Patricia Ready. Son las naves y los botes primitivos, algún gran pez y, en especial, los retazos de paisaje vegetal los que protagonizan las esculturas, fundamentalmente en metal, de Paola Vezzani. Tenemos, pues, lindos árboles y follajes bien reconocibles que se vierten como siluetas ideales, pintadas de negro, plateadas o luciendo el hierro oxidado. Destaquemos, entre otros, "Faro", "Bitácora". Asimismo, encontramos un mestizaje entre los perfiles de canoa y vegetación, o hasta en función de navío y de lustroso "Cetáceo" colgante. Al mismo tiempo, la plancha de acero calada adopta la forma mural. Constituyen enramados circulares de fina vegetación que, a veces, muestran incrustaciones de materiales distintos, maderas o, de resultado mucho más unitario, espirales de cobre oxidado.
Tampoco falta en la exhibición la presencia escueta de botes en acero y madera de evidente aire aborigen; su indudable atractivo nace de la depuración lineal, conjugada de manera minimalista. Sin embargo, dentro del conjunto, una construcción vertical desconcierta. Se trata de una escultura de madera, negra, con pernos a la vista y curiosa coronación de círculos abiertos con follaje y cerrados mediante cuero blanco. Trabajo bastante heterogéneo, que a la vez posee la condición de tótem enigmático y, acaso, de inesperado anuncio del porvenir de la autora.
Por su parte, la Sala Gráfica de Patricia Ready nos propone un nombre nuevo, Tomás Browne, hoy residente en Noruega. El mundo visual de los hongos resulta su temática insólita. Más allá de que también ellos podrían ser flores, sus huellas sobre el papel, desde monocromías a multicolores, conforman sus desarrollos. Aviva a estas figuras, sin duda, el fondo negro de dos polípticos y las láminas provistas de mayor variedad cromática. En todo caso, una pregunta no deja de imponérsenos: ¿en qué medida estos trabajos alcanzan a definir formas significativas?
RETORNO DEL SILENCIO
Revelador rescate de James Smith, un pintor nuestro olvidado
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes
Fecha: hasta el 1 de julio
ESTRECHO DE MAGALLANES
La vegetación austral sabe imponerse en las esculturas de Paola Vezzani
MICOPOIESIS: UNA POÉTICA PARA LOS HONGOS
Tomás Browne y las huellas de unos protagonistas insólitos
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 13 de julio