Esta película comienza con una jueza de familia (Saadia Bentaïeb) que debe tomar una decisión crítica en el medio de un matrimonio quebrado. Antoine Besson (Denis Ménochet), guardia, solicita la custodia compartida del niño Julien (Thomas Gioria). Su esposa, Miriam (Léa Drucker), cesante, pide que se prohíba a su exmarido tener a Julien, entre otras cosas, porque el mismo niño no quiere verlo.
El niño, su hermana mayor Josephine (Mathilde Auneveux) y su madre declaran que el padre ha sido un agresor, un hombre violento y un perseguidor. El padre presenta testimonios que certifican su buena conducta laboral y humana. La jueza debe ponderar estos antecedentes con la misma frialdad que impone en la audiencia. ¿Se advierte algún forado en este planteamiento, que es, digamos, el origen del guion?
El debutante Xavier Legrand filma esta discusión como un ejercicio cerebral: planos equilibrados, contraplanos, miradas diagonales. El cine francés tiene una tradición de cine judicial que en la década de 1950 produjo toda clase de seductores melodramas tribunalicios (su maestro era André Cayatte), a veces tanto o más tortuosos que
Custodia compartida.
El caso es que Antoine, el padre, obtiene su petición y la película empieza a derivar hacia otra zona. Con la visible intención de culpar a la madre, su esposa, por la ruptura del matrimonio y por el rechazo de sus hijos a verlo, Antoine presiona e interroga al niño, en un tono cada vez más duro, mientras al mismo lo tiempo lo lleva a almorzar a la casa de sus propios padres. En ese comedor, donde Julien recibe los afectos de un abuelo cariñoso, se encuentra más adelante la explicación de todo lo que ocurre.
La película pierde su estabilidad inicial. Comienza a abundar la cámara en mano, aumenta la oscuridad y las elipsis crean vacíos enigmáticos entre una escena y otra; por ejemplo, en la extraña relación de la joven Josephine con su novio. Pronto deriva hacia algo que se parece más al género de terror.
Solo entonces se comprende que esta película no trata de la ruptura matrimonial, sino más bien de la perpetuación de las conductas a través de los núcleos familiares, y es un gesto sutil de la construcción fílmica que deje su tema de fondo en un plano no aparente.
Este un muy buen lanzamiento para un debutante y Xavier Legrand se ha llevado no pocos reconocimientos en los festivales del hemisferio norte, incluido Venecia, que le dio el premio al mejor director de 2017.
Dicho todo lo anterior, ¿dónde está el forado? En la base argumental (no fílmica): habiendo antecedentes de violencia intrafamiliar, confirmados por los testimonios de dos niños, es insensato (por no decir descerebrado) que una jueza acceda a conceder el roce más sensitivo, la custodia compartida. Claro que eso es carne de guion, que muy a menudo es solo la parte más pequeña de una película.
Jusqu'à la garde.
Dirección:
Xavier Legrand.
Con: Denis Ménochet, Léa Drucker, Thomas Gioria, Mathilde Auneveux, Mathieu Saikaly, Saadia Bentaïeb.
93 minutos.