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Editorial
Lunes 21 de mayo de 2018
Comisión para el desarrollo
"La comisión debe mantener un estrecho contacto con el mundo político para, por una parte, recoger sus pareceres, y, por otra, recordarles el valor que tiene impulsar con fuerza el desarrollo del país...".
Un grupo de destacados profesionales de diversas miradas políticas reunió el Gobierno para diseñar una agenda que pueda impulsar el desarrollo del país. Más allá de los distintos esfuerzos de los últimos gobiernos, hace mucho que no se ha podido concordar un conjunto ambicioso de transformaciones que permitan acelerar el paso hacia el desarrollo del país. El último esfuerzo de esta naturaleza se hizo a propósito de la agenda procrecimiento acordada en el gobierno de Ricardo Lagos.
Incluso, durante mucho tiempo, distintos sectores políticos calculaban el número de años que se requería, a distintas tasas de crecimiento, para superar el umbral de ingreso per cápita a partir del cual Chile podría considerarse un país desarrollado. Al perder relevancia ese objetivo, la agenda modernizadora de la economía, tan alabada en el extranjero, perdió dinamismo. Inmediatamente, más allá de las coyunturas internacionales, las tasas de crecimiento potencial del país se redujeron.
En esto parece haber influido la percepción y el discurso público de que no todos se estaban beneficiando igualmente del desarrollo. Lo anterior, pese a que el crecimiento económico de las últimas décadas ha sido acompañado -particularmente a partir del año 2000- de una mejora sistemática en la desigualdad de ingresos. Han sido, además, los ingresos de los hogares más vulnerables los que han crecido más rápido. Por cierto, estamos lejos de resolver los desafíos en esa materia. Modificar sustancialmente la distribución del ingreso es una tarea compleja, larga y permanente. Con todo, cualquier análisis realista de la marcha del país concluiría que nuestro modelo de desarrollo es más bien virtuoso antes que inequitativo.
En la configuración de esta comisión sorprendió, a diferencia de las otras que han sido creadas para propender a grandes acuerdos, la ausencia de parlamentarios. Quizás porque se percibe que los asuntos que aquí se tocarán son menos políticos que los otros. Si fuese así, se está cometiendo un error. Precisamente, la falta de compromiso con una agenda prodesarrollo es el resultado de que el mundo político dejó de entenderla como relevante. En el grupo, si bien hay ex ministros y figuras destacadas, no es evidente que tengan la capacidad de influir al mundo político. Podría, por tanto, ser conveniente que sin perjuicio de la ausencia de parlamentarios la comisión se mantenga en estrecho contacto con el mundo político para, por una parte, recoger sus pareceres, y, por otra, recordarles el valor que tiene impulsar con fuerza el desarrollo del país.