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Cartas
Lunes 21 de mayo de 2018
Columna sobre la DC
Señor Director:
El ex senador Mariano Ruiz-Esquide reacciona ante mi última columna como suelen hacerlo todos los políticos: toma por agravio lo que es una crítica -en este caso al partido en que él milita- y lo que, si se lee bien dicha columna, ni siquiera es una crítica, sino la constatación de un hecho. Sus electores vienen abandonando a la DC desde hace ya bastante tiempo y parte de ese fenómeno se debe no a que las cúpulas de ese partido se hayan aliado con la izquierda, sino a que, seducidas por el mundo de los ricos, olvidaron la doctrina social del humanismo cristiano y empezaron a estar presentes antes en seminarios y desayunos empresariales que en sedes y reuniones sindicales. Esto último también les pasó a no pocos representantes del mundo de la izquierda que renunciaron incluso a esa palabra -izquierda- y la sustituyeron por la más fofa, vaga y bienpensante "progresismo". Parte del capitalismo neoliberal hegemónico que tenemos en Chile se debe a que esa combinación de un sistema económico -el capitalismo- y una doctrina que va más allá de lo económico -el neoliberalismo- haya contagiado a no pocos políticos e intelectuales tanto de la DC como de la izquierda chilena.
El irritable ex senador -sí, le conocí en el Senado cuando se tramitaba en 2003 el proyecto de ley que creó el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- se sorprendería si supiera que en la última elección presidencial voté por la candidata de su partido. Los otros contendores no me resultaban confiables y, en cambio, me pareció que Carolina Goic representaba no solo lo mejor de su partido, sino también una creíble opción de centroizquierda.
Tocante a mis críticas a la Iglesia Católica local -que el ex senador atribuye a mi pensamiento decimonónico-, ellas no son nada en medio del océano de reproches que la jerarquía católica se ha ganado hoy justificadamente en nuestro país y en el mundo, Bergoglio incluido, puesto que si este último ha reaccionado ahora con energía y justicia, lo cierto es que antes se comportó de una manera cuando menos errática respecto de esa misma jerarquía. Viendo siempre enemigos por todas partes, mi contradictor debe creer que yo hablo desde alguna institución laica que en aquel siglo se mostraba como adversaria del catolicismo, pero, y nuevamente para su sorpresa o desengaño, nunca he estado en alguna institución de ese tipo, ni en ninguna otra. La única institución a la que a lo largo de mis 74 años decidí afiliarme voluntariamente ha sido Santiago Wanderers de Valparaíso. A ninguna otra, ni religiosa, ni laica, ni política, ni social, ni gremial, de manera que el ex senador podría conseguir algo de estabilidad en su habitual ánimo crispado y furibundo si se convenciera de que este columnista no es ni anticristiano ni antidemocratacristiano.
Agustín Squella