La Armada de Chile investiga el mar, en conjunto con científicos, desde el buque "Cabo de Hornos", en servicio desde 2013. No da abasto.
En California fabrican una cierta alternativa: drones a vela, "saildrones".
El "saildrone" parece una tabla de windsurf de 7,01 metros de largo, 4,5 m de alto y unos 35 cm de ancho: la vela es una especie de ala de avión hecha de plástico que resiste mejor los vientos que la tela.
Ashlee Vance describió la semana pasada en la publicación "Hyperdrive" este velero autónomo cargado con más de 100 mil dólares en instrumentos. Navega almacenando datos en sus discos duros y, además, enviándolos vía satélite a la sede. Desde allí, científicos lo guían, porque el humano es indispensable: decide, interpreta los datos, genera nuevas preguntas.
El creador es Richard Jenkins, 41, de manos callosas por su ajetreo en el mar. Comenzó a los 12 años fabricando sus propios veleros en Australia. A los 14, estudiaba carpintería; a los 17, trabajaba en un astillero. Estudió ingeniería mecánica en el Imperial College en Londres.
Luego, entre los desiertos y planicies de Australia y California, fue afinando sus ideas, profundizando la aerodinámica. Al fin, en 2009, su velero terrestre alcanzó los 202 km/h en el desierto de Mojave.
Ya instalado en la bahía de San Francisco construyendo tablas para "kitesurfing", soñó con un dron que, impulsado por el viento y energía solar y guiado a control remoto, pudiera repetir la circunnavegación del planeta que realizó la nave "Victoria" de Hernando de Magallanes entre 1519 y 1522. El "saildrone" prototipo, en 2013, navegó desde San Francisco a Hawai en 34 días: 3.890 km.
Hoy en el costado de uno de los "saildrones" se lee "vehículo científico autónomo"; está construido con fibra de carbono y cerámica, resistentes a la sal.
Paneles solares se acomodan a las curvas de la nave, que puede avanzar desde los 6 a los 15 km por hora, según las condiciones.
La nave transmite imágenes, datos sobre el viento, la luz solar, la temperatura, humedad, presión, tamaño y período de las olas, niveles de CO {-2} , fuerza del campo magnético de la Tierra. Sensores sumergidos detectan las corrientes, niveles de oxígeno, temperatura, acidez y salinidad, vida animal.
El costo promedio de operar un buque como el "Cabo de Hornos" es de unos 25 mil dólares diarios; arrendar un "saildrone" vale 2,5 mil dólares al día. Calculan que construir mil drones podría costar 100 millones de dólares y revelar en tiempo real el estado de todos los mares a los científicos en tierra.
Según el artículo de Ashlee Vance, la agencia de investigación oceanográfica de EE.UU., NOAA, piensa usar una docena de "saildrones" para investigar el clima.
En este mes del mar, la tecnología de los drones y la inteligencia artificial abren derroteros oceánicos.
En agosto, dos "saildrones" emprenderán la ruta de Hernando de Magallanes, guiados a distancia. Ojalá no se los roben en la ruta.