Con retraso en el tiempo -pero con mucha mayor seriedad y coherencia- comienza a producirse en ciertos sectores de la derecha y del centro un fenómeno análogo al del Frente Amplio.
¿En qué consiste? En clarificar posiciones, en separar aguas, en tomar el rumbo que cada uno estima conveniente, en dejar de vegetar en proyectos no compartidos.
Lo que hicieron los frenteamplistas respecto de la Nueva Mayoría vale ahora también para José Antonio Kast y se aplica además a Mariana Aylwin y a Soledad Alvear.
Si Kast se ha animado a darle vida a un nuevo movimiento, Acción Republicana, es simplemente porque sus electores -más de medio millón efectivo, pero unos setecientos mil, en realidad- quieren dejar en claro que no son piñeristas, ni de Chile Vamos, ni de una derecha que prefiere llamarse Centro, ni...
Algo totalmente legítimo que, por ejemplo, Evelyn Matthei no logra entender cuando le recomienda a Kast "que escuche más a su conciencia que a su ambición; su conciencia en cuanto a su responsabilidad hacia el país". Olvido, o desfachatez, más bien. Olvido de quien no tuvo problemas de conciencia ni para cambiar de partido ni para retornar al piñerismo; desfachatez, de quien sabe perfectamente de dónde salieron cientos de miles de votos que le permitieron ganar a Piñera: de Kast, obviamente.
Pero, a no pelear, muchachos. Una vez que se deja en claro el derecho a ser quien eres y no lo que quisieran otros que seas, Acción Republicana tendrá que demostrar su voluntad de trabajar con todas las instancias de la derecha y del centro con las que pueda tener coincidencias, o en lo fundamental o en lo accidental. Con los partidos, con los centros de estudios, con los intelectuales, con aquellas organizaciones sociales y sus dirigentes que ya exhibieron gran vitalidad enfrentando lo peor de las reformas de Bachelet. Con todos, respetando su autonomía y potenciando sus particularidades; demostrando, en síntesis, que la subsidiariedad al modo gremialista es la palanca de una verdadera acción republicana.
Y, para eso, podrá contar con generaciones muy experimentadas, provenientes de los primeros años de la andadura de Jaime Guzmán, así como con la numerosa juventud que se hizo presente en el acto de lanzamiento del nuevo movimiento. Con los unos y con los otros; con todos.
En ese sentido, Aylwin y Alvear reciben un doble regalo que podrían aprovechar, pero que, sin duda alguna, les significará también reciprocidad.
Reciben, por una parte, el ejemplo de quienes se han atrevido en la derecha a marcar sus diferencias con la corriente principal, Chile Vamos. Esa valentía probablemente les ha ayudado a las dos ex parlamentarias a plantearse con similar audacia para dejar la DC. Y, por otra, tendrán la posibilidad de contar con un interlocutor de fundamentos antropológicos y políticos en buena parte coincidentes con el nuevo referente socialcristiano que las dos figuras femeninas podrían constituir. (De igual cosa se beneficiaría, por cierto, la misma Acción Republicana, en la medida en que una federación socialcristiana fuerte pudiese consolidar a elementos de centro y derecha en esa posición, hoy abandonada por la DC oficial).
Se va produciendo así -poco a poco y no sin tropiezos- esa reacomodación de fuerzas por la que tantas veces hemos abogado: una derecha conservadora que pueda articularse caso a caso con los polos liberal y socialcristiano, acordando y disintiendo, según el mérito de cada una de las materias en discusión. Un conjunto de organizaciones diversas entre sí, pero que sigan enfrentando y derrotando a los proyectos de izquierda, con una imprescindible fortaleza y con la necesaria flexibilidad.
Con prudencia.