Desde que Guillermo Hoyos asumió la banca técnica, Universidad de Chile ha vivido en un constante proceso de resolución de identidad.
Y hoy es complicado anticipar si ella logrará desarrollarse o quedará definitivamente coartada a fuerza de los resultados.
En el primer torneo a cargo del equipo, el DT argentino tuvo la claridad que no tuvieron sus antecesores inmediatos (Víctor Castañeda y Sebastián Beccacece), y en lugar de intentar, como aquellos, escribir historias fantásticas a través de sus respectivas propuestas futbolísticas, se dedicó a lo más básico: tranquilizar a la tropa, reordenar y, esencialmente, establecer un libreto cómodo para los futbolistas con los cuales contaba, que no significara grandes cambios, pero tampoco muchas revoluciones. Ello, unido a una extraordinaria capacidad goleadora de Felipe Mora, le dio a Hoyos y a la U -sin brillantez, pero con justicia- el título del Clausura 2017.
De ahí en adelante, sin embargo, Hoyos empezó a caer en la tentación de sus predecesores y, con ello, en la búsqueda un tanto desproporcionada por afirmar su propia identidad en el equipo. El DT metódico, y especialmente medido y ponderado, empezó a dar muestras de que quería establecer su firma de un modo ineludible. Y comenzó una búsqueda que, desde ahí no ha podido dejar establecida una propuesta sólida. Es, en verdad, una amalgama de intenciones. Porque si uno se pone a pensar, la U es: ¿un equipo que presiona en el área contraria o que se refugia y sale en velocidad?; ¿juega con tres defensores por convicción o solo porque tiene muchos zagueros centrales?; ¿el juego de David Pizarro acomoda o uniforma el ataque de la U?; ¿Soteldo llegó para ser extremo u organizador?; ¿Pinilla sale del área por una convicción táctica o porque no le llega la pelota?
La verdad es que Hoyos responde hoy todas esas dudas de acuerdo a las circunstancias, a los resultados. Cuando gana, aunque no sea a todo vapor, el DT azul hace parecer que todo es fruto de una planificación, de un ideario bien establecido y asumido. Pero cuando pierde, su voz y su discurso decaen, quedando en evidencia que esta Universidad de Chile que él lidera está más cerca de la experimentación constante que de la convicción absoluta.
Es cierto. La U no es un equipo que vaya hoy a la deriva y que no tenga posibilidades de superar sus propias limitaciones. No es un desastre como se hizo ver ante Unión La Calera (porque ahí se le alinearon todos los astros en contra, empezando por la excelente planificación del DT rival y el desconocimiento total de Hoyos del juego calerano). Pero tampoco es un equipo sólido, granítico y que encontró la solución de todos sus males cuando adoptó la línea de tres defensores (Racing, Colo Colo y Cruzeiro, cuando atacaron a la defensa titular de la U, la hicieron ver mal). Es una escuadra irregular, con individualidades destacadas (Herrera, Beausejour, Reyes, Pinilla) que logran sacar adelante la tarea en algunas ocasiones, pero con una propuesta técnica colectiva sustentada en teorías poco desarrolladas. Básicas, primitivas, arcaicas.
La U está confusa. Hoyos también. Así está la cosa.