El debate táctico al interior de la Universidad de Chile tuvo esta semana características impensadas. Desde que Johnny Herrera interpeló al técnico Angel Guillermo Hoyos para jugar más ofensivamente -como respuesta a la dolorosa caída ante Colo Colo-, hay una U real y otra aspiracional. La que juega a lo que puede y la que pretende jugar a lo que cree ser. Una en la cancha y otra para la tribuna, en una dicotomía que no sólo ha trizado la visión colectiva, sino que se tradujo en el desastre ante Calera.
El actual estratega de los azules vivió sus mejores días cuando reordenó el equipo tras la fallida aventura de Beccacece, enfatizando la seriedad defensiva. No fue un equipo de sometimiento ni un vendaval, sino una escuadra equilibrada y mesurada la que ganó el campeonato. Y, por supuesto, la que ha realizado una campaña en Copa Libertadores por sobre el mediocre promedio del fútbol chileno.
La U crece en el plano internacional, con un rigor táctico y, sobre todo, una dinámica que no muestra en la competencia local, donde dosifica en exceso, sobre todo cuando la carga de partidos le parece demasiada. Esta versión 2018 tiene el claro sello de David Pizarro, rescatado para la exigencia completa. El volante administra el balón y los tiempos a su amaño, casi siempre con cautela y equilibrio, sin verticalidad, sacrificando la dosis de explosión y desenfreno que seguramente extraña Johnny Herrera y alguna parte de la hinchada. El resabio de la era Sampaoli, que está lejos de inspirar esta nueva etapa.
Una aceleración que seguramente también añora Mauricio Pinilla, quien reprocha vívidamente a sus compañeros la ausencia de más pelotas en el corazón del área. Cansado de pivotear, el ariete pretende -obvio- más juego para su estilo y el reproche a viva voz aparentemente lo ha cruzado con Soteldo, con Araos y con varios más dentro del equipo. Me animo a pensar que esa tensión interna, la cohabitación entre lo que son y lo que pretenden ser, entre la calma y la urgencia, ha terminado por friccionar a un plantel que ahora vive en tensión.
La pregunta actual -con dos caídas duras en el torneo pero con expectativas en la Copa- es cuál debiera ser la identidad de este equipo. No es posible que todos se sientan cómodos, pero es extraño un debate táctico tan abierto y público, sobre todo porque cuando no se resguarda adecuadamente, el fondo sufre. Y sobre todo su capitán.
En ese clima poco aporta la barra más dura, "los hinchas de papel" o los que se comunican por lienzos, porque en el club parecen darle más importancia de la que verdaderamente tiene y, además, porque son varios los jugadores que buscan el cariño fácil de un grupo al que le acomoda más el odio, la amenaza y la presión. Son muchas dualidades para un equipo que, objetivamente, perdió su centro. ¿Estarán jugando todos para el mismo lado?