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Editorial
Lunes 23 de abril de 2018
Cambio de estilo en Cuba
Nada en el traspaso del mando indica que hay una transición a un sistema menos dictatorial del que ha tenido Cuba desde que asumieron los Castro. Raúl dejó la Presidencia del Consejo de Estado y lo reemplaza Miguel Díaz-Canel, 30 años menor, pero un dogmático miembro del Partido Comunista que, por su trayectoria y sus declaraciones, no parece ni más abierto ni democrático. Con Raúl al mando de los verdaderos poderes del Estado -el partido y el aparato militar- hasta 2021, Díaz-Canel aparece apenas como un sucesor designado, la cara amable del régimen.
Ungido con la aprobación del 99,83 por ciento de la Asamblea del Poder Popular (603 de 604 votos), un legislativo elegido en marzo, con tantos candidatos (designados a dedo) como escaños a llenar, Díaz-Canel no puede presumir de ser un legítimo representante de los cubanos. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, la calificó de "transición ilegítima", de un "intento de perpetuación de un régimen autocrático dinástico-familiar".
Y el propio flamante Mandatario reconoció que no será él sino Raúl quien "tomará las decisiones sobre el futuro del país". Puede que ese haya sido un gesto para demostrar respeto y sumisión ante el líder histórico, pero su discurso no dejó dudas sobre la lealtad y subordinación al Partido Comunista de Cuba: "Para nosotros está totalmente claro que solo el PCC, fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado, garantiza la unidad de la nación cubana y es el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en sus líderes", dijo en su discurso de asunción.
Así, Díaz-Canel no brinda un asomo de independencia de la jerarquía, esa que lo preparó por años para los más altos puestos, tal como lo confesó el hermano de Fidel: "No es un novato ni un improvisado", sino un "sobreviviente" de una docena de políticos jóvenes formados en el PCC para renovar el liderazgo.
En este remedo de transición, además de Raúl, se quedan su hijo Alejandro, al mando del aparato de seguridad e inteligencia militar, y su yerno, Luis Alberto Rodríguez, a cargo de Gaesa, el conglomerado de empresas que controla cerca del 60% de la economía cubana. Cómo convivirá con ellos Díaz-Canel será clave para su sobrevivencia.
Díaz-Canel insistirá en "actualizar" el modelo
Sin un plan alternativo al delineado por el PCC, el nuevo Presidente ya anunció que permitirá el crecimiento limitado del sector privado -esos trabajadores por cuenta propia que le ahorran sus salarios al Estado-, pero que el sector estatal seguirá monopolizando las áreas económicas clave, como las comunicaciones, minería, azúcar, ron y tabaco.
Es sorprendente la tozudez de los apparatchik cubanos, ciegos e impermeables ante las sucesivas crisis que ha sufrido el sistema. Cuando Cuba perdió los enormes subsidios que recibía de Rusia para mantener a flote la economía, el "modelo cubano" fue salvado por otro "hermano mayor", Venezuela, que pagaba sus cuentas y enviaba petróleo a cambio de servicios médicos baratos, una de las "exportaciones no tradicionales" que le reportan divisas.
Las reformas para "actualizar el modelo socialista" no fueron sino remedos de medidas promercado, que permitieron a algunos cubanos usar su creatividad para ganar dinero. Pero las desigualdades generadas fueron inaceptables para Raúl.
"La marcha triunfante de la Revolución"
A pesar del fracaso de la "actualización", Raúl, Díaz-Canel, los comunistas cubanos y sus admiradores en el resto de América Latina, incluido Chile, siguen creyendo que el "modelo" puede sobrevivir con pequeños ajustes, sin reconocer, tal como ocurrió en la ex URSS, Europa del Este y China, que todo el experimento comunista, como lo desarrollaron los Castro y lo intenta Nicolás Maduro, es una utopía irrealizable.
La aversión a comprender las bases de la economía y reemplazarlas por un voluntarismo asociado a la búsqueda de "igualdad social" y "equidad", al precio de perder las libertades civiles y políticas, provocaron la actual situación angustiosa de la economía cubana, la misma que han experimentado los venezolanos con la caída del precio del petróleo.
El nuevo Presidente cubano, formado en la rígida mentalidad del castrismo, no tendrá libertad para hacer grandes reformas, y probablemente tampoco tenga la voluntad real de hacerlas. Quizás haya un cambio cosmético, un estilo más suelto de liderazgo vinculado a la edad y la época, pero mientras la vieja guardia esté cuidando que la "revolución" sobreviva, hay pocas esperanzas de que en el corto plazo Cuba se abra al mundo y devuelva a sus ciudadanos los derechos que perdieron con la dictadura comunista de casi sesenta años.
No hay muchas expectativas de cambio si el "joven" líder formado a la sombra de los viejos guerreros repite este eslogan vacío: "Seguiremos el camino... la marcha triunfante de la Revolución". Un camino que, como se ha visto, solo lleva a la tiranía.