Esta película arranca de un fenómeno psicológico que ocurre en el espectador y que es bastante poco explorado: cuando un personaje adulto miente en la pantalla, produce una rara forma de miedo. Curiosidad también, por supuesto, pero más claramente miedo: como si la realidad estuviera crujiendo por algún lado muy intranquilizador. Steven Murphy (Colin Farrell) es justamente un adulto, extremadamente serio, destacado en su carrera como cardiólogo, casado con una oftalmóloga (Nicole Kidman), con dos hijos pequeños y un hogar que podría ser el modelo del éxito y el control. Pero cuando el espectador advierte sus primeras mentirijillas, inconsistencias pequeñas, pero claramente conscientes, esa sutil forma de miedo se instala en el relato.
El director de origen griego Yorgos Lanthimos refuerza esta atmósfera con sus largos travellings por los pasillos de la clínica, sus planos distantes y su manera de centrar a los personajes en los encuadres, elementos de estilo por un lado, pero también, por el otro, maneras eficaces de aumentar la extrañeza que va dominando la película. Es así durante toda la primera mitad, antes de que sepamos la naturaleza del misterio que se ha puesto en movimiento: 50 minutos altamente inquietantes.
La película se inicia con unos segundos en negro, seguidos por el plano de una cirugía cardíaca, mientras la banda sonora deja oír el primer movimiento del Stabat Mater, de Schubert, indicio suficiente de que el tema de esta cinta será el sacrificio, en el doble sentido de entrega personal y de ofrenda ritual. Es un comienzo de sobresaliente economía: un mínimo de elementos proporciona las claves del resto.
El punto de partida narrativo es la relación que establece el doctor Murphy con Martin (Barry Keogham), un adolescente de 16 años cuyo padre, ya muerto, fue un paciente del médico. Murphy trata a este niño con afecto, condescendencia y un extraño impulso de ocultamiento, a pesar del cual decide invitarlo a su casa para que conozca a su familia. Hay, en principio, una cierta familiaridad con la historia de En la casa, de François Ozon, donde un estudiante se entromete perversamente en la vida de una familia. Pero aquel era un niño demasiado inteligente, mientras que el Martin de El sacrificio del ciervo sagrado tiene un aire inquietante, amable y a la vez amenazante, como si estuviera cerca de alguna sociopatía.
La segunda parte es una pesadilla, aunque Lanthimos tiene una mano fuerte y la mantiene dentro de su estilo distante, calculadamente frígido, lejos de los golpes de efecto, con una progresión donde lo inexplicable se despliega en forma lenta y aterradora. La variedad de niveles en que opera es lo que hace de esta una película más que interesante.
The killing of a sacreddeer. Dirección: Yorgos Lanthimos.
Con: Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keogham, Bill Camp, Raffey Cassidy, Sunny Suljic.
121 minutos.