Aunque la automarginación-renuncia-descarte de Claudio Bravo a la selección no alcance para transformarse en un cisma, ha dado para una tan larga como improductiva secuencia de interpretaciones y dobles lecturas sobre el estado de las relaciones humanas al interior del plantel, luego de la ya relamida historia de la interna de los referentes y sus familias post eliminación del Mundial de Rusia.
Las declaraciones de buena intención de Alexis Sánchez develan cierto ánimo de bajar la temperatura que pueda haber al interior del plantel, sobre todo de los históricos, que seguramente terminaron muy tocados por los comentarios de los cercanos al portero una vez consumado el fracaso clasificatorio. Sin embargo, esa voluntad de acercamiento es casi un detalle al lado del otro gran problema que edificó Bravo cuando repasó con dureza la lejanía de Arturo Salah y cuestionó tangencialmente la autoridad de Reinaldo Rueda.
Es muy posible que en una medida política Rueda no le clausure formalmente la puerta a Bravo, aguardando una aclaración sobre las frustradas exigencias de contar con un preparador específico en la selección. Pero como la incomodidad que ha generado este impasse tampoco es unívoca y el arquero también exige una aclaración sobre su convocatoria transitoria, lo más probable es que la reunión de grupo a la que convoca graciosamente Alexis tarde lo suficiente como para que la molestia puntual se transforme en un fastidio más profundo.
Da la impresión, mirando con la distancia del comentarista, de que las diferencias planteadas por Bravo no se solucionarán ni siquiera atribuyéndole la culpa al periodismo, que esta vez sí que se ha sentado a tomar palco y abanicarse con las externalidades que produjo la revelación del arquero, tal vez ponderando un tema que en una instancia menos significativa como es el inicio de un proceso, habría tenido bastante menor repercusión.
Ya en la parte final de su carrera, el ex capitán ha optado por asumir una posición en la que no parece abrumarle la presión pública por mantener una compostura de corrección permanente y tener que hablar en representación de compañeros, a los que por el rol simbólico que encarnaba en el plantel muchas veces debió defender sin una total convicción.
A la luz de sus últimas palabras, con la propiedad que siente le da una trayectoria bastante exitosa, Bravo se arroga una estatura a la que no todos sus colegas pueden alcanzar y que, por lo tanto, lo deja en una posición de fijar ciertos parámetros a su molde. No sorprendería que en este decorado, el arquero suplente del Manchester City plantee restarse para siempre y no tener que dar más explicaciones a la gente y a sus pares. Sería una determinación honesta para alguien que claramente está más lejos en forma y fondo de la selección que el resto de sus compañeros de viaje.